“El olvido convierte en ruinas la dimensión y densidad de los hechos
humanos, menos lo que cabe en el recuerdo, que no es poco” (ROBERTO ARLT)
Hoy en el debate público se imponen modos de expresión crueles y agresivos, que se corresponden a una sociedad entendida como una simple sumatoria de individualidades. Creemos entonces que urge rescatar a la memoria, entendida como elemento constitutivo de nuestra identidad. Porque recordar lo que somos nos reconecta con nuestros semejantes. Y para consolidar una sociedad, el conocimiento amplio de su pasado es fundamental. Por eso decimos que la tarea del momento es pensar la memoria para crear comunidad.
¿Qué conviene recordar?
A través de lo que llamamos subjetividad el ser humano se constituye
como tal, ingresando al mundo simbólico, cultural, regido por las lógicas del
lenguaje. En la actualidad, la subjetividad socialmente instituida es
mercantil, en tensión con la subjetividad estatal debilitada. Según Sergio
Rascován “las instituciones sociales son
quienes instituyen las formas de organizar la subjetividad. Si la familia y la
escuela fueron (y en buena medida siguen siendo) las principales agencias de
subjetivación, en la actualidad la comparten (o pierden terreno) frente a los
discursos mass mediáticos y las tecnologías de la información y comunicación”.
En esta última dimensión en plena expansión surfean, sobre su odio y “fake
news”, los trolls y demás operadores de la comunicación.
De todos modos, la subjetividad también se nutre de otros discursos
alternativos, que pueden incluso cuestionar las lógicas de lo socialmente instituido.
En efecto, toda creación en cualquier campo de la cultura es como una palabra
nueva, que da cuenta de un sentido que puede llegar a imponerse gracias a una
interacción comunicativa que ocurra dentro de una comunidad determinada. Cada
obra poética, pieza musical o fanzine puede conmovernos el espíritu,
emocionarnos y generar sentimientos que, a veces, modelan nuestra identidad.
En ese sentido, los relatos que toman a la historia de una comunidad
como su insumo principal tienen la posibilidad de cuestionar los discursos
hegemónicos, aunque mal no sea de una forma modesta. Claro que para ello deben necesariamente
elegir un enfoque en particular. Recordemos sino a Ireneo Funes, el memorioso
del cuento de Jorge Luís Borges, que podía reconstruir todos sus sueños y entre
sueños, pero que era incapaz de elaborar ideas generales (“mi memoria, señor,
es como un vaciadero de basuras” le decía al narrador de su historia).
De lo dicho hasta aquí se desprende una cuestión fundamental. El acto de recordar requiere previamente de una definición ideológica. En primer lugar, porque la comunicación efectiva requiere una selección previa de significantes entre los socialmente reconocibles en un momento dado. En segundo lugar, porque el autor de cualquier obra de este tenor debe también decidir qué elementos tomar del pasado, para con ello aspirar a su vez a interpelar a las generaciones futuras. La creación de hoy sería entonces un rescate de lo dicho y una pista para lo aún no enunciado. En palabras de Tony Judt, “la memoria que dejamos atrás, la impresión de que dejamos allí el conjunto de ideas que teníamos, y las razones que la gente tiene para continuar utilizando esas ideas, son un conjunto de responsabilidades que tenemos ahora en un mundo del que no podemos ser responsables. Hay argumentos para actuar ahora como si fuéramos a seguir viviendo, como si fuéramos a estar ahí para asumir la responsabilidad por nuestras palabras y nuestros hechos, por la vida en el futuro, aunque no sea nuestro propio futuro”.
Lo qué elegimos
recordar con “Caballito Regalado”
En diciembre del año 2004, tres amigos fundamos la revista barrial
“Caballito Regalado”, dedicada principalmente a difundir la historia del barrio
porteño de Caballito. La idea era rescatar historias contadas por los propios
vecinos, para vincular entre sí a las distintas generaciones, y destacar de
ellas los valores como la solidaridad y la identidad compartida. Y si bien desde
la academia nos enseñaban que los tres principales propósitos de cualquier
medio de comunicación son informar, educar y entretener, nosotros sumamos otro
fundamental: el de CREAR COMUNIDAD.
El sentido de hablar hoy
de “identidad barrial” no es otro que el de reconocernos como sujetos
colectivos. No añorar la luz de almacén que se perdió en las sombras de la
historia. Sino interesarnos en los testimonios de vecinos memoriosos que den
cuenta de nuestra comunidad. Aquí nos topamos con el desafío
de la transmisión intergeneracional. Y para nosotros, no se trata sólo de transferir
mecánicamente memorias, sino que las representaciones del pasado rescatadas dejen
en evidencia las herencias acumuladas y las discontinuidades fundadoras que nos
han hecho lo que somos. Como dijo alguna vez el músico húngaro Béla Bartòk,
sería como “lanzarse a lo desconocido
desde lo que es conocido, pero intolerable”.
La cuestión de la transmisión es, sobre todo, un problema vinculado a la
sensibilidad. Porque lo que deseamos que perdure puede entrar en colisión con
lo que efectivamente logra interpelar a las nuevas generaciones. No nos
conmueve lo mismo a todos, ni de la misma manera. El campo del deseo es central
acá, porque allí se mezclan, se superponen, y entran en conflicto las fuerzas
decisivas en la formación de la mente colectiva. Nuestro desafío, entonces, es
crear un relato histórico que contenga a la mayoría de los vecinos, y que
alimente su sentido de pertenencia con el lugar que cohabitan con sus
semejantes.
Otra dificultad importante que afrontamos al trabajar con la memoria
viene aparejada al desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las
redes sociales. En palabras de Roger Chartier, “las mutaciones de nuestro presente modifican todo a la vez, los
soportes de la escritura, la técnica de su reproducción y diseminación, y las
maneras de leer. Tal simultaneidad resulta inédita en la historia de la
humanidad”. Se ha impuesto un uso aséptico de la lengua, que ignora a un
abanico infinito de sentires y saberes. Una norma lingüística que impide
nombrar amplias zonas de la experiencia social y que deja fuera de la
inteligibilidad la reconstrucción de la memoria colectiva.
Siguiendo a “Bifo” Berardi, el panorama es aún más sombrío: “la aceleración de los intercambios
informativos produjo (y está produciendo) un efecto patológico en la mente
humana individual y, con mayor razón, en la colectiva. Los individuos no están
en condiciones de elaborar conscientemente la inmensa y creciente masa de
información que entra en sus computadoras, en sus celulares, en las pantallas
de sus televisores, en sus agendas electrónicas y en sus cabezas. Sin embargo,
parece que es indispensable seguir, conocer, valorar, asimilar y elaborar toda
esta información si se quiere ser eficiente, competitivo, ganador. La práctica
del multitasking, la apertura de ventanas de atención hipertextuales o el paso
de un contexto a otro para la valoración global de los procesos tienden a
deformar las modalidades secuenciales de la elaboración mental. Y, en todo
caso, nuestro tiempo no puede seguir la loca velocidad de la máquina digital
hipercompleja. Los seres humanos tienden a convertirse en despiadados
ejecutores de decisiones tomadas sin atención”.
¿Qué hacemos entonces con la memoria? ¿La dejamos a merced de la
Inteligencia Artificial y los programadores de algoritmos? Un buen comienzo
sería “habitar” menos ese mundo virtual, que claramente llegó para quedarse. Y
volver a habitar, ahora sí sin comillas, nuestras calles y lugares favoritos de
la ciudad. Volver al banco de la plaza donde sucedió aquel beso, a la galería
donde nos abrazó la abuela, o al parque donde se reúne la asamblea de vecinos
del barrio… Partir del deseo, del encuentro, y de las emociones. Ir hacia el
otro, y buscar la forma, entre todos, de contar una historia compartida. En
otras palabras: PENSAR LA MEMORIA PARA CREAR COMUNIDAD.
Texto: EDUARDO JACINTO TORRES
Foto: ENZO TORRES
Material consultado:
-Berardi, Franco: “Generación Post-Alfa. Patologías e imaginarios en el
semiocapitalismo”, Tinta Limón, Bs. As., 2007.
-Bauman, Zygmunt y Lyon, David: “Vigilancia líquida”, Ediciones Paidós,
Bs. As., 2013.
-Borges, Jorge Luís: “Ficciones”, Ediciones Destinos, Bs. As., 2009.
-Chartier, Roger: “Escuchar a los muertos con los ojos”, Katz Editores,
Bs. As., 2018.
-Piglia, Ricardo: “Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco
dificultades)”, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2001.
-Sergio Rascován, Sergio: Entrevista en Revista “Generación Abierta”
N˚74, noviembre de 2018.
-Revista Caballito Regalado Nº 2, febrero de 2005.
-Revista Caballito
Regalado Nº 11, noviembre de 2005.
-Revista
Caballito Regalado Nº 25, septiembre/ octubre de 2007.
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