“ÉRAMOS LOS LOCOS DE LOS TRANVÍAS…”



El vecino ilustre Aquilino González Podestá, que entre otras cosas es miembro fundador y presidente emérito de la Asociación Amigos del Tranvía, nos recibió en la Biblioteca Popular “Federico Lacroze” para hablar sobre su pasión por un medio de transporte que resiste al olvido.

-¿Desde cuándo te gustan los tranvías?

-Desde que era chico… Recuerdo que quería ser motorman de tranvía porque me parecía importantísimo ese trabajo, y cuando volvía de jugar del Parque Chacabuco lo tomaba sólo por el disfrute del viaje. Durante el Secundario lo usé para ir a Barracas, y siempre me dejaban llevar adelante las maquetas que tenía que presentar. Pero con los años, y de golpe, los retiraron de circulación…

-¿Por qué los retiraron?

-La excusa fue que el vehículo era obsoleto, antiguo, y que interrumpía el tráfico. Y los pararon después de hacer una renovación muy grande… ¡Todo muy ilógico! Por ejemplo, el tramo Buenos Aires- Quilmes estaban a nuevo, y no lo llegaron ni a estrenar. El de Constitución- Caballito- Villa del Parque se usó sólo un año… ¿Qué clase de negocio hicieron estos tipos? Porque no se trata de discutir el no por el no, pero si pensaban cerrar todo debieron dejar caer toda la infraestructura, y se acabó.

-¿Su reemplazo fue el colectivo?

-En realidad el colectivo no lo reemplazó porque entonces era más chico, sino que fue el ómnibus. Principalmente el ómnibus Mack, que vino de EE.UU. como material de rezago de la guerra, y los de General Motors… Muchos años después, nuestra reivindicación del tranvía y el interés despertado en las autoridades se tradujo en la vuel­ta del me­dio a nues­tras ca­lles en la fi­gu­ra del lla­ma­do “Pre­me­tro”.

-¿Cómo surgió la Asociación Amigos del Tranvía?

-La asociación llegó sola, aunque te parezca mentira. Porque a mí me fascinaban los tranvías, y pese a que uno se siente sólo en estas causas, siempre existen más personas que comparten la misma afición. Te puedo nombrar a Alfredo Spinelli, Miguel Ángel Pignataro, y muchos otros más del entonces humilde Ferroclub y del Club de Radioaficionados Ciudad de Bs. As. También intercambiamos ideas y materiales con la Asociación Rosarina Amigos Del Riel y la AUAR de Montevideo… Éramos los lo­cos de los tran­vías… Ha­bía que ser­lo pa­ra em­pren­der la ta­rea que asumimos. Pero nos unía el co­mún sen­ti­mien­to de sim­pa­tía por el tran­vía y la con­cre­ta (y erró­nea) creen­cia de que amén de a uno mis­mo, a nin­gún otro ha­bría de im­por­tar­le na­da de es­te te­ma. Y un 16 de julio de 1976 fundamos la asociación.

-¿Qué objetivos se propusieron?

-Primero reivindicar el puesto que le correspondía al tranvía en el ámbito del transporte urbano nacional. Y puntualmente, devolverlo a las calles de Buenos Aires. Entonces sólo contábamos con la esperanza de colaboración de la empresa Subterráneos de Bs. As., que había prometido facilitar el circuito que posee en Caballito, y un lugar en la estación “Polvorín”. Pero nuestra principal dificultad fue conseguir el material rodante porque ninguno de entre los cientos de coches que quedaron en las estaciones había sido guardado. Quedaban algunas carrocerías, en algunos casos desfiguradas por su uso posterior, pero nada de lo principal: las partes motrices, controles y motores. Por suerte dimos con la empresa “Serviço de Transportes Colectivos do Porto” de Portugal, que tenía la particularidad de utilizar y mantener, aún en servicio, coches adquiridos a la misma fábrica que proveía a nuestra conocidísima y recordada “Compañía Lacroze”. Por intermedio de ellos compramos el coche 258, modelo Brill-32, fabricado en 1927, que adaptamos para que se viera como aquellos que habían circulado por nuestra ciudad. Finalmente, el 15 de noviembre de 1980 el tranvía recorrió el circuito comprendido por las calles Emilio Mitre, Rivadavia, Hortiguera y Directorio, como aún lo sigue haciendo todos los fines de semana.

-Y no pararon más…

-No, nunca. Antes habíamos fundado la Biblioteca Popular “Federico Lacroze”, dedicada a la preservación y promoción del tranvía, y creado un boletín que con el tiempo se trans­for­mó en la re­vis­ta “9 Pun­tos”. También dictamos cursos y conferencias, y editamos dos libros: “El Trans­por­te en Bue­nos Ai­res 1870-1880” de Cris­tian Werc­kent­hien, y “Los Tran­vías de Bue­nos Ai­res” de mi autoría. Más allá de lo hecho y de lo que queda por hacer, creo que nuestra principal virtud fue que propiciamos el intercambio generacional. Durante décadas fui el encargado de limpiar los vidrios de los coches. Lo hacía a propósito porque quería darle el ejemplo a los más chicos. Y dio resultado. Porque hoy tenemos mecánicos, electricistas, y gente de prensa, que son jóvenes.

-También te hiciste aficionado a la historia de nuestro barrio, ¿no?

-Sí, el que me pinchó mucho con esto fue un compañero de Montevideo, que además de dedicarse a la historia de los tranvías de allá escribió sobre los barrios de su ciudad. Pero creo que ese tema da para otra charla aparte. Como anticipo, te digo que soy el creador del escudo oficial de Caballito y de su bandera, esto último porque me creí Belgrano… (risas)


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