EL CAMINO DE NUESTRA CASA

 



Nos eres familiar como una cosa

que fuese nuestra, solamente nuestra,

familiar en las calles, en los árboles

que bordean la acera,

en la alegría bulliciosa y loca

de los muchachos, en las caras

de los viejos amigos,

en las historias íntimas que andan

de boca en boca por el barrio

y en la monotonía dolorida

del quejoso organillo

que tanto gusta oír nuestra vecina,

la de los ojos tristes


Te queremos

con un cariño antiguo y silencioso,

¡Caminito de nuestra casa! ¡Vieras

con qué cariño te queremos!

¡Todo

lo que nos haces recordar!


Tus piedras

parece que guardasen en secreto

el rumor de los pasos familiares

que se apagaron hace tiempo Aquéllos

que ya no escucharemos a la hora

habitual del regreso.


Caminito

de nuestra casa, eres

como un rostro querido

que hubiéramos besado muchas veces:

¡Tanto te conocemos!


Todas las tardes, por la misma calle,

miramos con mirar sereno

la misma escena alegre o melancólica,

la misma gente ¡Y siempre la muchacha

modesta y pensativa que hemos visto

envejecer sin novio resignada!

De cuando en cuando, caras nuevas,

desconocidas, serias o sonrientes,

que nos miran pasar desde la puerta.

Y aquellas otras que desaparecen

poco a poco, en silencio,

las que se van del barrio o de la vida,

sin despedirse.

¡Oh, los vecinos

que no nos darán más los buenos días!

Pensar que alguna vez nosotros

también por nuestro lado nos iremos,

quién sabe dónde, silenciosamente

como se fueron ellos.


EVARISTO CARRIEGO

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