La artista plástica “Lilita” Baldi no detiene su devenir
creativo. Luego de terminar su mural “El árbol de la vida”, nuestra vecina continúa
embelleciendo Caballito con sus “tótems barriales”. Para conocer de qué se
trata el “Mundo de Lilita”, visitamos su casa- taller frente al Hospital
Durand.
-¿Cuál
fue tu formación artística?
-Fui bastante autodidacta porque no tuve formación
académica. De chica una maestra me quiso “curar” mi hiperactividad con
ejercicios de plástica. Y más adelante, al sufrir ataques de pánico, me la
pasaba en mi casa dibujando y pintando. Un poco postergué esta vocación por la
crianza de mis hijos, pero la retomé cuando crecieron. Arranqué a hacer murales
en mi terraza, y después me pasé a la calle…
-¿Ahí
te largaste a “muralear” el barrio?
-No, primero empecé con el frente de mi casa. Y ahí arrancó
el ida y vuelta con los vecinos, que al pasar me donaban materiales y opinaban sobre
lo que iba haciendo. De hecho, lo pinté de verde por pedido de ellos… Ahí me di
cuenta de que a la gente le gusta participar. Un vecino me dijo: “qué lindo regalo le estás haciendo al
barrio…”
Después de un tiempo de tramitar el permiso de la
Comuna 6, empecé a muralear en una de las esquinas del Hospital Durand, la de
Arturo Jauretche y Eleodoro Lobos. Primero se me ocurrió hacer un corazón, dedicado
al personal de salud por su trabajo durante la Pandemia. Después le pedí a los
vecinos que apoyaran sus manos alrededor de ese corazón, como abrazándolo. Y
como se fue formando un árbol, se me ocurrió llamarlo “El árbol de la vida”. Ahí
los vecinos me empezaron a mandar materiales de todo tipo para intervenir el
mural, creo que porque todos necesitamos dejar una huella.
-¿Por
eso hablás de “tótem barrial”?
-Claro, porque la gente acercó sus objetos preciados
para sumarlos al mural. De esa manera pude pegar trocitos de las vidas de mis
vecinos. Podría escribir un libro con la cantidad de historias que convergen es
mis murales. Por ejemplo, el Dr. Sevilla, traumatólogo del Durand, me trajo un
conejito sin orejas que era de su mamá, que ya tiene 99 años. A los pocos días
vino con ella y su hermana, y se sacaron fotos con el mural. “Nosotros nacimos y trabajamos acá” me
dijo emocionado. Estas historias no tienen precio…
-¿Qué
hiciste después de mural de la esquina?
-Y bueno, caminaba por la calle y el resto de las
paredes me miraban… (risas) Y seguí
muraleando, y terminé haciendo toda la cuadra de Jauretche hasta Ambrosetti. Hice
“El camino de la empatía”, el “Muro de las creencias”, y el “Mural de la Orca Kshamenk”,
que es la única en cautiverio en Sudamérica y la tienen encerrada en el parque “Mundo
Marino” de San Clemente del Tuyú. Otro sector se lo dediqué a dos gavilanes
mixtos pichones, que se quedaron sin nido porque tiraron un pino centenario a
la vuelta de casa.
Del lado de la calle Eleodoro Lobos hice el “Camino
del Ratón Pérez”. Los chicos hicieron su versión del ratón, y yo la pinté. A mi
hija Luli (que toca el bajo en Los Piojos) le encantó y se sacó fotos ahí.
Después me acordé que ella a los nueve años había juntado plata para comprar su
primer bajo, y que gran parte de su recaudación salió de lo que le dejó el
Ratón Pérez de parte de toda la familia. Se ve que inconscientemente conecté
una cosa con la otra.
También hice un mural sobre Malvinas, otro sobre el
barrio… Lo que voy necesitando expresar, lo largo. Y la gente me entiende y
apoya.
-¿Trabajaste
también en otros lados?
-Hice otro mural sobre Malvinas, pero en el “Dámaso
Centeno”, con material reciclado que aportó toda la comunidad escolar.
Alrededor de las islas copié el contorno de las manos de soldados. Lo
inauguramos el 11 de abril de 2024, y por este trabajo conocí a dos veteranos
que viven en el barrio: Darío Klehr (que además es Director del Museo de
Esculturas “Luís Perlotti”) y Juan Girón. Este último me dio algo suyo para el
mural de Malvinas del Durand: un cenicero que le habían regalado a los soldados
en el primer aniversario de la guerra. También hice murales para dos comercios
del barrio, y ahora estoy trabajando el frente de una fábrica de bolsas que
queda en E. Lobos y Aráoz Alfaro. Ya fuera del barrio, anduve muraleando en
Aguas verdes, partido de La Costa.
En definitiva, creo que los vecinos podemos estar
unidos a través del arte y la solidaridad. Te lo dice alguien que hace 43 años
vive en el barrio, y que se emociona con cada “tótem barrial” que hace. Porque si
me preguntás dónde está el espejito de Patricia, o la mano tal… Se quién aportó
cada objeto, y dónde está ubicado. Esa es mi manera de respetarlos. Ojalá que
algún día las autoridades les dieran bolilla a estas cosas…
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