EL AGUATERO DE BUENOS AIRES*


El agua para el consumo de la población se tomaba, como hoy, del río de la Plata; pero de muy diferente modo, no como aguas corrientes. La de los pozos de balde, cuya profundidad varía entre 18 y 23 varas, es, por lo general, salobre e inútil para casi todos los usos domésticos. Se señalaba por la autoridad, el punto de donde los aguateros debían sacar su provisión del río; pero ésta disposición era burlada muy frecuentemente, sacando de donde más les convenía, aún cuando estuviese revuelta y fangosa.
El agua, rara vez se encontraba en estado de beberse cuando recién llegada del río; en verano, expuesta a los rayos de un sol ardiente, no sólo en el río, sino en su tránsito por la ciudad, se caldeaba de tal modo, que no se tomaba porque, según la expresión de aquellos días, estaba como caldo.
Casi siempre se encontraba turbia, y sólo después de permanecer por más o menos tiempo en las tinajas o barriles en que en las casas se depositaba, se hallaba en condiciones de poderse tomar. Otras veces, era preciso emplear el alumbre u otros medios, como el filtro, por ejemplo, para clarificarla.
El aljibe era entonces, como es hoy, un valioso recurso, pero sólo se encontraba en determinadas casas, a pesar de prestarse éstas por sus azoteas planas y con declive al acumulo de agua potable. (...)
La carreta aguatera era tirada por dos bueyes (...) y toscamente construida... A cada lado de la pipa, en su parte media, iba colocado un estacón de naranjo, u otra madera fuerte, ceñidos ambos entre sí, y en su extremo superior por una soga, de la que pendía una campanilla o cencerro, que anunciaba la aproximación del aguatero. No se usaba entonces bitoque o canilla; en su lugar había una larga manga de suela (...) cuya extremidad inferior iba sujeta en alto por un clavo; de allí se desenganchaba cada vez que había que despachar agua...

*Fuente: “Buenos Aires desde 70 años atrás. 1810- 1880” (José Antonio Wilde).

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