EDITORIAL

La importancia de tener una educación pública de calidad es una idea que compartimos todos, al menos desde lo discursivo. Porque varios de sus supuestos defensores acérrimos critican impiadosamente a los docentes y alumnos cuando toman medidas de fuerza para mejorar sueldos magros o pedir reformas edilicias. Algunos hasta aplauden a docentes que realizan trabajos adicionales, luego de una puesta en escena mediática lamentable.
Según datos recogidos por SOS Caballito, en la ciudad de Buenos Aires el nuevo ciclo lectivo se inició con aproximadamente quince mil chicas y chicos fuera del sistema educativo por falta de vacantes. La cifra representa un 41% más que en 2017, dentro de la cual la falta de cupos en jardines maternales y salas de tres años significa un problema considerable.
No falta presupuesto sino voluntad política. Porque si vemos que el año pasado el gobierno de la ciudad gastó dos mil millones de pesos en publicidad, está claro que se hubiese podido destinar algo de aquellos fondos para, por ejemplo, recuperar las instalaciones del ex colegio Santa Rosa y transformarlas en una escuela pública.

Si de verdad sentimos un compromiso genuino con la educación pública, es menester apoyar a los docentes en su lucha salarial, y reclamar obras en los establecimientos educativos. Un buen comienzo sería exigirle al gobierno nacional la construcción de los jardines de infantes de los cuales se privaba la sociedad durante la existencia del Programa “Fútbol para Todos”...

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