LA SAGRADA PROPIEDAD

La legislatura porteña volvió a ratificar el axioma que guía a la mayoría de sus legisladores: "la propiedad privada es sagrada, la pública es siempre privatizable”

Las recompensas a la gestualidad del Papa Francisco no cesan, en la sesión del 3 de septiembre con la mayoría del Pro y del Frente para la Victoria y aliados, nuevamente unidos para privatizar, se aprobó con 47 votos positivos, 4 negativos.(A Bodart, M. Rachid. M Ramal y Adrian Camps) y 3 abstenciones, la cesión gratuita a la Iglesia Catolica de 18 terrenos en la ciudad de Buenos Aires, predios que ocupan aproximadamente 30.000 m2 . En ellos hay iglesias de valor histórico pero también baldíos donde hay estacionamientos o canchas de futbol que se usan para renta. El argumento, reiterado e insustancial, es que no son necesarios para la gestión. 

Ademas de violar normas del código de planeamiento y favorecer a una institución religiosa que ya es dueña de inmensas propiedades en todos los barrios de la ciudad y recibe cuantiosas subvenciones del Estado, se privilegia discrecionalmente desde un Estado, que se dice laico, a un culto sobre otros. Entre los terrenos hay seis que pertenecen al Instituto de la Vivienda del Ciudad, cuyo presupuesto esta sub-ejecutado a pesar de la emergencia habitacional y cuyo fin es promover la vivienda social . 

A diez años de la aprobación de la incumplida ley de urbanización de la villa 20, no existe reparo alguno para entregarle títulos de propiedad a la Iglesia católica en predios dentro de las villas. El gobierno y la justicia capitalina no dudaron a la hora de desalojar por la violencia el parque Indoamericano y el barrio Papa Francisco, porque eran terrenos públicos, acciona sistemáticamente  contra los centros culturales autogestionados y  ahoga impostivamente a los clubes de barrio, pero es caritativo con la Iglesia dirigida por una autoritaria monarquía de origen feudal, que niega el derecho al aborto, condena la diversidad sexual y se opone a la ley de matrimonio igualitario, entre otros méritos sociales.

SILVIO SCHACHTER

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