(Al Ejército de Los Andes)
¿Adónde van? ¿Qué locura los convoca a esta
aventura? Escalan la piedra, peldaño a peldaño, para penetrar en el vientre
silencioso de la montaña. Vemos con ojos azorados a las nubes y al viento
lanzar gélidos vómitos blancos para detener sus pasos. No podemos ahogar las
tormentas de granizo que tapan los agujeros del abismo y son trampas mortales para
sus míseros cuerpos. Ni podemos romper las rocas que aprietan hasta estrangular
sus corazones, que en danza de latidos discordantes harán saltar la sangre como
volcán en erupción. ¿Adónde van? Algo más importante que sus propias vidas los
habrá empujado a esta locura. Son los mismos que a fuerza del látigo arañaron
las montañas para arrancarles la plata. Son los hermanos de los que se ahogaron
en los socavones para saciar la codicia de los invasores. Pero acá no hay
hombres macerando carne de hombres a latigazos: hoy llevan fusiles, banderas y
cañones. Quizá vayan a vengar tanto oprobio. Tal vez falte poco para que el
grito libertario transite los desfiladeros, se haga eco en los peñascos y se expanda
por todo el continente. Les daremos nuestra ayuda mientras estén en este reino.
Libres somos y libres serán los que transitan
estos senderos. Hubo un día, una noche, un instante en el tiempo del universo, en que la
tierra se abrió para hacerse madre y dar a luz a sus hijos de piedra. Luego, el
viento arrimó a la nube y la apoyó en el vértice del sexo macho de la tierra,
para que éste, en alocados estertores, preñe de lava a la nube. Nosotros nacimos
de esa unión. Somos sus hijos. Mezcla de basalto y de nube, habitantes
legendarios de este reino, cuidadores del sagrado silencio. Abriremos nuestras
alas al vuelo para guiarlos en tan noble travesía. Y si el viento no despedaza
sus carnes, y el silencio no enloquece sus mentes, y la nieve no congela su
sangre y, si a pesar de todo, logran bajar a la tierra, entonces, uniremos ala
con ala en el vuelo, y una ronda de cóndores los saludará desde el cielo.
PABLO MARRERO
*Este cuento fue
publicado originalmente en el libro “La historia a puro cuento”.
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