Foto: El Arca digital, s/d. |
El periodista e historiador Santiago Senén González evoca su
paso por el mítico diario “El Mundo”.
La esquina de Río de Janeiro y
Bogotá, antigua sede de la editorial Haynes, reunió escritores y poetas de
sensible pluma. Tal es así que se llamó “El Olimpo” a la redacción del diario
“El Mundo”, que funcionó allí hasta que se dejó de editar el matutino el 22 de
diciembre de 1967. En medio de aquella pléyade literaria, un joven aspirante a
periodista obtuvo su lugar entre los dioses. El muchacho en cuestión era
Santiago Senén González, quien ingresó a “El Mundo” de la mano del cronista
teatral Octavio Palazzolo, “tras la
promesa (incumplida por cierto) de no abandonar los estudios en el Nacional de
San Isidro”. Más de cincuenta años después, el ahora experimentado
periodista e historiador comparte sus recuerdos con los vecinos de Caballito.
- ¿Qué tarea desarrolló ni bien entró a “El Mundo”?
- Me inicié en la sección “De
Torpes” (Deportes), llamada de esa forma porque allí empezaban casi todos.
Aunque muchos también hicieron sus primeras armas en la sección de turf, como
Raimundo Calcagno (Calki), quien sería un prestigioso comentarista de cine. En
la cobertura del fútbol se empezaba con partidos de Primera B y después pasabas
a la categoría superior. Era un escalafón por función y no por antigüedad, como
dicta el Estatuto profesional. Es decir, de aspirante a reportero, de cronista
a redactor, etc. Y dicho sea de paso, por mi tarea en la sección “deportes”
conocí a Atilio Renzi, un dirigente de Ferro que era mayordomo de la Quinta
Presidencial… Cuando llegué al diario moraban ese “Olimpo”, entre tantos dioses
más, Roberto y Conrado Nalé Roxlo (Chamico), el crítico de arte Arturo Romay,
el escritor Horacio Rega Molina, y los poetas Amado Villar y Roberto Ledesma.
Chamico era jefe de la sección “Interior”, dedicada curiosamente a la
actualidad de las catorce provincias y diez gobernaciones de entonces. Más
cerca de mí, en aquellas épocas trabajaban comentaristas deportivos como Miguel
Ángel Merlo y Adolfo Rienzi Echeverría (eximio tenista y periodista), o Haroldo
Foulkes y Luís Alberto Reilly, conocido en el ambiente del box como “Billy
Kerosene”. Pero uno de los que más me llamó la atención fue José Torrado que,
bajo el seudónimo de “Offside”, hacía reflexiones sobre las hinchadas. Siempre
con un eterno cigarrillo negro en los labios, escribía sólo con lápices. A los
cuales les sacaba punta raspándoles su mina con alguna caja de fósforos. Y si
bien tenía más de setenta años, era un acompañante entusiasta de nuestras
incursiones al “Tabarís” o al “Maipo”. Otro amante de la noche fue Miguel Ángel
Bavio Esquiú, jefe de la sección “Deportes” del diario. Creador además del
singular personaje porteño llamado “Juan Bondiola”, que en cierta forma evocaba
su propia figura: alto y pintón, hombre de la noche, jugador de billar y amante
de las “potrancas”.
- ¿Qué lugares del barrio frecuentaban?
- Íbamos al restaurant “El
Mundo”, que estaba dividido en tres partes: una parte para los gráficos, otra
para los de redacción, y en una mesa tras un gran biombo comía el director y
los secretarios. A veces salíamos por la noche a comer en algún boliche de la
calle Yerbal, o al bar de Río de Janeiro y Rivadavia que, aunque renovado,
existe aún hoy. También frecuentábamos el club Haynes, que quedaba a una
cuadra. Me acuerdo que allí, cuando entraba por ejemplo Octavio Rivas Rooney,
el mozo decía automáticamente en su castizo característico “marche dos botellas de vino” (risas).
- ¿Qué otras publicaciones editaba Haynes?
- Además del diario, la editorial
Haynes (de capital inglés) sacó doce revistas, entre ellas “Mundo Infantil”, “Mundo
Deportivo”, “Mundo Argentino”, “El Hogar” y “PBT”. En estas publicaciones, los
periodistas firmaban su colaboración porque primaba la opinión. En “El Mundo”
no se firmaba, salvo que fuera un escritor célebre como Altamira o Macramé,
porque se entendía que era el diario quien informaba.
- ¿Qué medio de transporte utilizaba para llegar a “El Mundo”?
- Para llegar al diario por la
noche tomaba el subte “A” desde Congreso. Porque en esos años trabajaba por la
tarde en Prensa y Difusión del Ministerio de Educación, que estaba en avenida
de Mayo 1396 (hoy se emplaza allí una universidad privada). Me acompañaba
Edgardo Sajón, que entraba a “La Razón” y también se tomaba el “A”, aunque para
el lado contrario. Edgardo es uno de los periodistas desaparecidos por esa
metodología nefasta utilizada durante el último gobierno militar.
- ¿Dónde fue a parar el gran mapamundi que coronaba el edificio de Río
de Janeiro al 300?
- No lo se. Cuando cerró el
diario desapareció todo. Pero se que ese globo terráqueo, punto de referencia
del barrio y la ciudad toda, fue trasladado antes de la demolición.
El cierre de “El Mundo” dejó tras
de sí una historia con ribetes épicos. En la cual se confunden cuentistas y
poetas con luminarias de las artes de la comunicación y la bohemia. Una mitología
que, para Santiago Senén González, se emparenta con nuestro barrio: “hacía tres cuadras, pasando por el puente
sobre el ferrocarril oeste”, que en verano lucían un olor tan floral que
parecía un Caballito de otro mundo. Las casitas bajas, el ruido moderado… Y no
te encontrabas con el saludo provinciano a cualquiera que pasara, pero al menos
veías una sonrisa o un meneo de cabeza. Esa era para mí la caminata del subte a
Río de Janeiro 300”.
ANECDOTARIO
“La anécdota más comentada de Salustiano González (erudito del deporte
argentino que firmaba como Agustín Selza Lozano) se vincula con Miguel Tato,
quien escribía reseñas de cine bajo el seudónimo de “Néstor”, y que años
después se convertiría en un implacable censor del Ente de Calificación
Cinematográfica. Tato, que paradójicamente tenía en la pared de su oficina
muchas fotos de chicas en malla, lo molestaba continuamente por teléfono a
Salustiano cuando entraba a la redacción, preguntando por algún resultado de
fútbol. Un día a Tato se le fueron las ganas de bromear cuando su colega sacó
un revolver, lo dejó sobre el escritorio, y le preguntó: ¿querés saber el
resultado de hoy?
Otra historia que se instaló en mi memoria fue cuando lo echaron a
Octavio Rivas Rooney. Resulta que lo habían mandado a cubrir un paro
ferroviario en los Talleres del Sarmiento. Pero apenas llegó al lugar, aquel
viejo militante socialista comenzó a arengar a los trabajadores. Por supuesto,
no sólo lo echaron del diario, sino que lo detuvieron en la Penitenciaría
Nacional de la calle Las Heras”.
ENCUENTROS
“La figura en cine, Raimundo Calcagno (Calki), fue dejada cesante a
instancias del Secretario de prensa y Difusión de la Presidencia Raúl Alejandro
Apold. Porque en un comentario sobre una película habló de un testamento falso.
Justamente en la semana que el Presidente Perón había guardado un documento en
Plaza de Mayo, conocido como “Testamento para el año 2000”. A Apold le pareció
una ironía planeada y exigió su despido. Otro que sufrió su “control” fue Bavio
Esquiú, quien había concluido que el básquet norteamericano era superior al
nuestro. Lo curioso de todo esto es que años atrás, Raúl Apold había cubierto “Fuerzas
Armadas” en “El Mundo”…”.
(Edición
Nº 9: septiembre de 2005)
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