Foto: Pedro P. Torres |
Imaginando lugares espectaculares, sintiendo el
calor de su cemento, o paseando por sus maravillosas calles; se expresa la
sensación inigualable y precisa, casi pura, de nacer y vivir en el lugar
deseado.
Montañas de concreto, lagos de asfalto negro,
praderas de grandes baldosones, inspiran a configurar una obra pictórica
latente de espacio y tiempo; como una surgente del deseo natural del mismo
tenor, de aquellos paraísos imaginarios.
Ruidos al por mayor, humedad y calor de ciudad
portuaria; barrio, bien barrio de tango y milonga, barrio de taitas y
arrabaleros, barrio de avenidas anchas y calles empedradas.
Centro geográfico de la capital, centro natural de
la clase media y por sobre todas las virtudes barrio popular, con un norte
tradicional y un sur pujante. Con las vías del ferrocarril como un arco iris en
la división de ambos sectores geográficos.
Con el fantasma fugaz de antaño, cruzando el barrio
al comando de la locomotora del viejo Ferrocarril Oeste, o el antiguo sonido de
viejas películas, esas que daban continuadas y de a tres, en los cines ya
desaparecidos.
Como los clubes sociales, donde prosperaban los
hermosos bailes de carnaval y se formaban parejas y familias desde sus
descubiertos patios. El Sportivo, el Oeste, tantos otros lugares bien de barrio.
El inolvidable Schettino de J. M. Moreno o el Alvear de Av. La Plata, la vieja
y desaparecida escuela de Doblas o el mismísimo Ing. Huergo de la calle Biedma,
monumentos imborrables de la cultura de la ciudad que identifican al barrio con
un nivel de excelencia que enorgullece al mismísimo Simón Bolívar, que cuida
desde su enorme caballo el Parque Rivadavia.
Veleta de ensueños y de historia, montada por un
caballo de largas crines; magnificando la mística del barrio de las carretas,
soñando con el vuelo del caballo alado que ronda en todas las cabezas de
quienes lo habitan, como un sueño de historias múltiples e imprecisas, como una
vaga muestra del pasado.
Ese pasado que lo hace único, con avenidas
empedradas con guardas circulares, o con el mismísimo subte “A” que sale a la
superficie como queriendo sentir la sensación de recorrer sus calles, amarlas,
y disfrutarlas.
Caballito, un orgullo para Buenos Aires. El barrio,
un orgullo para los vecinos.
Y yo, un pibe de barrio. Pero del barrio de
Caballito.
EDUARDO J.
QUINTANA*
*Nuestro vecino escritor publica sus cuentos en su blog:
www.eduardojquintana.blogspot.com.ar
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