EL PAGO CHICO

Esta parte de la ciudad que hoy caminamos era parte, a principios del siglo XIX, del horizonte infinito de pastizales que era la Pampa húmeda. Aquella postal era tan desoladora que sobresalía una veleta que un pulpero italiano había colocado en la punta de un mástil que coronaba su comercio. Luego llegó el tren, ese que venía del solar donde ahora está el Teatro Colón, y las parcelas que con mucho esfuerzo adquirían los laburantes para edificar sus casas. Las viejas quintas fueron desapareciendo lentamente, y de a poco la gente se iba afincando en lo que ya era el barrio de Caballito.
Creemos empero que aquella inmensidad que mentamos al principio sigue latente bajo el cemento. Y nos recuerda que nosotros somos los que estamos de paso, y que ella espera paciente su momento. Mientras tanto, nosotros nos seguimos enamorando de las efímeras calles de nuestro pago chico, cuya traza fue escenario de nuestra vida y de la de quienes nos precedieron en la vida. Es una pequeña inmortalidad que nos permitimos los seres humanos: la cultura que nos legamos de generación en generación.
En la era de los barrios cerrados y countries, nosotros apostamos a los espacios compartidos, a vivir en los lugares donde nuestros viejos se enamoraron y lloraron. Donde los pibes se toman algo en la plaza mientras chalan de la vida. Por todo esto, por la eternidad que nos permitimos, seguiremos caminando el barrio en 2014, año en el que cumplimos diez años en esta tarea de traducir periodísticamente nuestra versión de Caballito.
Esperamos seguir encontrándonos con todos ustedes... 

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