ALGO HUELE MAL...



La gestión de la basura fue siempre un problema para las sociedades modernas. Principalmente porque el derroche y el exceso nunca fueron vistos como un grosero desperdicio, sino como una malentendida abundancia. En este sentido, y publicidad mediante, el “problema de la basura” se convierte en el “problema del consumo”. De diversas formas se nos “invita” a comprar compulsivamente y a desechar pronto, en un círculo vicioso cuyo fin pareciera ser un colapso ambiental total. Para rematar el panorama descripto, el trabajo de reciclado es relegado en buena medida a quienes subsisten como pueden, bajo condiciones de precariedad extrema.
Los intereses económicos y políticos de gobernantes, empresarios y hasta de algunos sindicalistas se aúnan para mantener el problema de la basura tal como está hasta el día de hoy (por ejemplo, de quienes cobran por tonelada enterrada y no les interesa reciclar, o quienes transportan los desechos a los distritos que las reciben si reparos de ningún tipo). Asimismo los medios de comunicación masiva eluden esta problemática, cuya resolución necesariamente tendría que poner el acento en modificar las pautas de consumo, lo cual atentaría contra su fuente principal de financiamiento. Pero tampoco le brindan la cobertura que se merece porque la proliferación de basura afecta principalmente a los pobres, quienes suelen vivir en las cercanías de los basurales y capturan apenas las migajas de la mencionada “fiesta del derroche”.
Creemos en la necesidad de avanzar en planes de gestión integral con objetivos claros de reducción de la disposición final de residuos, y en la posibilidad de avanzar en programas de separación en origen y recuperación tanto de los materiales reciclables como de los orgánicos. En ciudades como la nuestra, la planificación y ejecución de iniciativas en la materia debe contemplar una participación multisectorial e interjurisdiccional. De este modo, el único modelo sustentable de gestión de los residuos es el reciclado, no así el enterramiento o la incineración. Pero antes tenemos que propiciar un cambio filosófico profundo, a partir del cual sea la vida en armonía con nuestra madre tierra el valor número uno a defender.
Material Consultado: “Humo de colores” (Silvana Buján), en boletín nº 672 de la Red Nacional de Acción Ecologista.

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