CAZA DEPORTIVA


Había una vez un rey que, como todos los reyes, no tenía nada que hacer y se aburría. Tampoco tenía ideas que pudieran ayudar a resolver ese dilema y otros, pero tenía plata. Esas cosas raras de nuestra sociedad, casi incomprensibles: nunca había trabajado y tenía plata. Le pagaban un sueldo para… no hacer nada. Y ese sueldo fue recaudado, compulsivamente, de los que sí trabajaron. Pero sería para un estudio sociológico no es el tema de este relato. Un hombre que no tiene nada que hacer, no tiene ideas y tiene plata, generalmente está rodeado de gente que sí tienen ideas para sacarlo de su aburrimiento a cambio de una suculenta remuneración.

Fue así que un día, entre bostezo y bostezo, uno de esos promotores de ilusiones le acercó al Rey un proyecto. “Que le parece un “Safari” en un lugar exótico” le preguntaron. No era nada novedoso. Mucha gente aburrida, con plata, ya lo habían puesto en práctica, y regresaron encantados de la aventura. Pero el Rey no solamente era aburrido sino también ignorante y desconocía lo que le ofrecían. Para no hacer notable su desconocimiento puso cara de circunstancia y pronunció solamente una palabra: “Safari.” Sus interlocutores, conociendo el paño y rápidos de reflejos, ampliaron la propuesta; “sí, un Safari, con un grupo selecto de acompañantes, yendo a un país exótico para practicar “caza deportiva”.

A su majestad le encantó la idea. ¿Realmente puede haber algo más divertido que matar por deporte? Además estaba bien visto entre los “sin trabajo” pero con plata como él, y los riesgos eran casi nulos. Creía recordar un aviso que se publicó en un diario de Arizona (Estados Unidos) en el cual se promocionaba un Safari, con almuerzo y armas incluidas, para cazar hombres y mujeres que trataran de ingresar ilegalmente al territorio estadounidense. Pensó -de algún modo hay que llamar su reacción- un instante y aceptó la propuesta. Los promotores, contentos de haber vendido la propuesta de una “inocente” matanza, se retiraron. El rey entonaba, contento, una canción que conocía desde niño pero no la recordaba bien.

El pueblo seguía trabajando para que el monarca pudiera divertirse matando. Para finalizar he pensado de arrimar una propuesta. Gratis, no pienso cobrarle. Un aniquilamiento masivo, sin riesgos personales que, incluso, le atraería la gratitud de hombres y mujeres de toda una región del planeta.

VENGA, CON TODO SU EQUIPO PARA MATAR VINCHUCAS.

Bienvenido Majestad.



ALEX SZARASGAT

28/04/12

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