LOS ARROYOS PORTEÑOS


El primer asentamiento en el lugar donde se emplazaría posteriormente Buenos Aires se instaló en 1536, veinte años después de que el europeo Juan Díaz de Solís avistara por primera vez el Río de la Plata. Dicha población sucumbió a la falta de recursos, las enfermedades y los ataques de los habitantes originarios que defendieron tenazmente su tierra. Pese a ello, Juan de Garay fundó allí nuestra ciudad el 11 de junio de 1580 teniendo en cuenta la normativa española referida a la materia, la cual recomendaba la “elección de sitios sanos, no anegadizos rodeados de agua, buenos aires y de tierra de labranza”. Al inicio de la construcción de Buenos Aires se respetó la barranca natural, edificando sólo en los terrenos altos, delimitada por las actuales Av. Del Libertador, Leandro N. Alem y Paseo Colón. También se tuvieron en cuenta los espacios inundables de los arroyos y ríos que pasaban por la zona antes de desembocar en el río. Sin embargo, con el correr de los años el tejido urbano fue tomando las áreas anegadizas para su crecimiento. Asimismo se entubaron arroyos y rellenaron otros arroyuelos pequeños, modificando definitivamente la geografía del lugar.

El arroyo “Maldonado”, actualmente entubado, es el mayor de Buenos Aires. Nace en San Justo y desemboca en el Río de la Plata a la altura del Club de Pescadores. Este curso de agua fue hasta 1887 uno de los límites naturales de la ciudad. Su nombre deriva de la leyenda de “La Maldonado”, una mujer abandonada en la zona que convivió con los Querandíes a mediados del siglo XVI. El Arroyo “Cildañez”, también entubado, fue conocido también como “Arroyo de la sangre” porque diversos mataderos vertían allí sus desechos. Otros arroyos entubados de importancia son el “Vega” y el “Medrano”. Además de estos existieron “Los Terceros”, arroyos formados entre relieve de mesetas. El agua correntosa en aquellos cauces arrastraba la basura hacia el río en los tiempos lluviosos, pero cuando había seca los zanjones se convertían en sucios lodazales, enyerbados y de difícil tránsito. Se cree que la denominación de Terceros se debía a que eran llamados “terceros” los encargados de recoger el diezmo y, según parece, arrasaban con todo como los arroyos antes mencionados. El entubamiento de estos y otros cursos de agua no han opacado su furia. Están aquietados y salen a la vista en días de tormenta. De este modo, y al decir del historiador Antonio Elio Brailovsky, los porteños sufrimos al día de hoy de inundaciones absolutamente artificiales, al haberse ubicado un área urbana importante en una zona naturalmente inundable.

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