Editorial

“¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo? Les queda hacer futuro a pesar de los ruines de pasado y los sabios granujas del presente”, escribió con sabiduría el escritor oriental Mario Benedetti.

La toma de las escuelas porteñas que realizan los jóvenes en defensa de la educación pública provocó la reacción de aquellos sabios granujas, que parecen estar siempre agazapados a la espera de alguna oportunidad para dar lecciones de civismo y buenas costumbres. Pero los jóvenes, mal que les pese a estos, siguen haciendo futuro al demostrar que la democracia no se reduce únicamente a la acción de votar cada dos años.

El deterioro de las escuelas porteñas, en un distrito cuyo Producto Bruto Interno (PBI) supera 2,5 veces la media nacional, no tiene que ver con planes de ejecución de obras que un puñado de imberbes no aceptan por capricho. Sino de políticas públicas que priorizan un enfoque privatista en detrimento de derechos básicos de la población.

Si hay acuerdo generalizado de que la educación pública gratuita y de calidad es un derecho humano fundamental, el gobierno local debería prestarle más atención a este tema y no tanto a los festivales pomposos o al tapado de baches. Sería también positivo que dejaran de cuestionar el genuino reclamo de los jóvenes y que presentaran un plan de obras serio y con garantías de que sea ejecutado en tiempo y forma.

¿Sería descabellado promover una ley que obligue a los funcionarios (locales, provinciales y nacionales) a mandar a sus hijos a escuelas públicas y atenderse en hospitales que se ubiquen en el distrito donde viven los ciudadanos que les dieron su mandato para que los represente? Podría ser un elemento interesante. Otro podría ser la revocatoria de mandatos por incumplimiento del deber de funcionario público…

Mientras tanto, y ante la falta de otras herramientas de control ciudadano, las medidas que se tomen desde abajo en defensa de los derechos inalienables de la población son más que legítimas, mal que les pese a los ruines del pasado y a los sabios granujas del presente.

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