CONSTRUCTORES DE SUELOS EN LAS MONTAÑAS*

La existencia de un imperio en zonas de altas montañas es una peculiaridad de Sudamérica, que debería llamarnos la atención. A lo largo de la historia humana, los imperios se expanden siguiendo las vías de comunicación más fáciles: las costas, los valles de los ríos, las grandes llanuras. Esto resalta el carácter excepcional del imperio incaico, un imperio de las altas montañas, con un fuerte desarrollo tecnológico, artístico y organizacional, en un continente donde las grandes llanuras permanecieron desiertas y las márgenes de los ríos navegables tuvieron muy escasa población durante siglos.
A 200 kilómetros de Arequipa, la segunda ciudad del Perú, el río Colca fue cavando en las montañas una formación geológica parecida al Gran Cañón del Colorado. Allí el pueblo collagua perfeccionó y sofisticó al extremo el sistema de riego que después sería la base del imperio incaico. “Ni en el Cusco ni en ninguna otra zona de los Andes (dice el escritor Mario Vargas Llosa) he visto unas andenerías que suban y bajen de los cerros con semejante desprecio de la ley de gravedad. Se trata de tierras que no piden agricultores “sino héroes”, señala José María Arguedas.
Estos andenes o terrazas de cultivo son una forma de disminuir las pendientes. Si se cultiva un suelo que no es perfectamente horizontal, la erosión lo destruirá muy rápidamente. En consecuencia, para que el cultivo sea sustentable (es decir, para que se mantenga en el tiempo), se necesita una construcción especial que modifique las pendientes. Las terrazas fueron protegidas con paredes de piedra, fertilizadas artificialmente y regadas con arroyos de deshielo. Un sector especial del Colca, de andenes en diferentes niveles, permitía la investigación aplicada, detectándose los límites agroecológicos de cada variedad de cultivo. Estos límites eran especialmente importantes para todas las culturas andinas. Cuando, más tarde, los incas funden el Cusco, lo harán a 3.400 metros de altura, apenas por debajo del límite superior para la producción del maíz. Esto significa estar lo más alto posible (es decir, cerca del sol, su dios principal), pero sin alejarse de la tierra que nutre los hombres.
Hoy, después de 1.500 años de uso continuado sin erosionar el suelo, la andenería construida por los collaguas del Colca sigue en plena producción y es la base económica de esa población. “Cuando uno contempla estos andenes collaguas casi llega a creer lo que aseguran los historiadores: que el antiguo Perú dio de comer a todos sus habitantes, hazaña que no ha sido capaz de repetir ningún régimen posterior”, concluye Vargas Llosa. Paradójicamente, los incas se consideraban a sí mismos como hijos de la tierra (la Pachamama), pero su práctica agraria de creadores de suelos los muestran mucho más como los padres de la tierra que como sus hijos.
ANTONIO ELIO BRAILOVSKY
* Fragmento de su texto “La naturaleza en el Bicentenario de las naciones americanas”

Comentarios