Editorial

El Bicentenario de la Revolución de Mayo fue vivido con entusiasmo por millones de argentinos, si sumamos a quienes concurrieron a la 9 de Julio con los televidentes de todo el país. Un genuino sentimiento patriótico invadió el corazón de la mayoría de nosotros. Los espectáculos organizados por el gobierno nacional acercó a los artistas a quienes tal vez no pueden acceder a la compra de una entrada a un recital. Si a esto le sumamos las otras propuestas (desfiles, exposiciones, etc.) el saldo de la iniciativa es positivo: aquí jamás nos opondremos a la alegría popular.
Claro que también creemos que faltó la mirada crítica a esa Patria que seguimos pariendo, doscientos años después. Gran parte de nuestra historia sigue en un cono de sombras porque aún tenemos una imagen escolar del 25 de Mayo de 1810. Cabe recordar que, poco antes de la caída del Virrey Cisneros, Buenos Aires era una ciudad de tenderos y contrabandistas que cumplía un papel marginal dentro del sistema colonial español. Es decir que, a contrapelo de lo que afirma la mirada oficial de la historia, tenemos que deducir que el Estado argentino se construyó sobre las ruinas de otros proyectos de Estado nación. La supremacía económica y política de esta parte del país fue fruto de intensas disputas internas. Y en esas querellas quedaron en el camino otras miradas inclusivas, que proponían unidad en la diversidad. Que no sólo posaban sus ojos en Europa, sino que rescataban al criollo y lo hermanaban son sus paisanos de los pueblos originarios.
Por eso nos interesó más la propuesta de “El Otro Bicentenario, el Bicentenario de los Pueblos”. Esta otra conmemoración nos recordó que aún hay mucho por hacer. Y que es preciso ponerme manos a la obra para lograr forjar la sociedad que soñamos.
Párrafo aparte merece la penosa reinauguración del Teatro Colón, convertido en un seudo shopping cultural al servicio de la cultura del espectáculo, y en detrimento de la producción artística original. A fin de cuentas, la imagen del “festejo patriótico” para algunos dentro del lujoso edificio y para el resto en la calle habló por sí sola…

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