Algunas lecciones de la historia*

“…la historia es siempre historia contemporánea, es decir la política” ANTONIO GRAMSCI – “Cuadernos de la Cárcel”
El 3 de agosto del 2006 se cumplió el bicentenario del desembarco en Vela de Coro, Venezuela, de la expedición revolucionaria del Precursor Francisco de Miranda. Dicha fecha podríamos asumirla como la efeméride del inicio de las aún inconclusas luchas por la verdadera independencia de Nuestra América. Por ello, la ocasión me pareció propicia para realizar algunas reflexiones acerca de las lecciones que han dejado esas bicentenarias gestas.
Lo primero que debemos recordar es que “la libertad” de las naciones continentales hispano y luso americanas (al igual que de la mayoría de las Antillas Mayores) no le debe nada a los grupos dominantes en los Estados Unidos. Más aún, puede afirmarse que, movidos por las persistentes ideas expansionistas de los “padres fundadores” de EE.UU., las primeras independencias de la casi totalidad de los actuales estados latinoamericanos (con excepción de Panamá) se produjeron a pesar de la adversa actitud adoptada por sucesivos gobiernos estadounidenses. Claro que ello también ha podido cumplirse gracias a la anuencia o complicidad de las principales potencias capitalistas de Europa occidental.
Lo antes dicho ha convertido al mar Caribe en la única zona del mundo subdesarrollado donde aún perduran diversos regímenes coloniales. Tal situación ha sido acompañada por la tácita aceptación de los círculos dominantes en el Reino Unido, Francia y Holanda de que la llamada cuenca del Caribe, al igual que otras regiones de América Latina, forman parte intrínseca de las “esferas de influencia” del imperialismo yankie.
A cambio, los grupos dominantes en EE.UU. participaron activamente en la mediatización del aún incompleto proceso de “descolonización negociada” emprendido en esa zona por parte de Francia, Holanda y Gran Bretaña. Y, en aquello casos en que las fuerzas reformadoras o revolucionarias desafiaron el “orden” colonial o postcolonial, intervinieron de manera directa o indirecta para frustrar cualquier genuino proyecto de liberación nacional y social.
En consecuencia, todavía persistente la terrible “balcanización” de América Latina y el Caribe que se inició, en la segunda década del siglo XIX, con la desarticulación de las Provincias Unidas del Río de La Plata (1820), la separación de Centroamérica de México (1823), el fracaso del Congreso Anfictiónico de Panamá (1926) y del “famélico Congreso” de Tacubaya (1928), la desaparición de la Gran Colombia (1830) y, posteriormente, de la fugaz Confederación Perú-boliviana (1936-1939) impulsada por Andrés Santa Cruz, al igual que de la Federación Centroamericana presidida, entre 1830-1840, por Francisco Morazán.
Las derrotas sufridas resaltan la necesidad de recuperar y enriquecer el legado latinoamericanista bolivariano y martiano, al igual que la solidaridad antiimperialista para enfrentar la violenta ofensiva contrarrevolucionaria y contrarreformista emprendida por los grupos dominantes y el establishment político-militar norteamericano, así como por los representantes político-militares de los cada vez más desnacionalizados sectores hegemónicos de las clases dominantes latinoamericanas y caribeñas.

LUÍS SUÁREZ SALAZAR
* Adaptación del texto “Las bicentenarias luchas por la verdadera independencia de nuestra América: algunas lecciones de la historia”, del citado autor.

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