Pensar América Latina


El militante peruano de izquierda Ricardo Napurí presenta su libro autobiográfico y nos invita a reflexionar acerca de la historia de nuestro continente

El relato de la vida de aquel ser nacido en 1925 en Barranca, a 180 km de Lima, y que hoy está instalado en el centro geográfico de nuestra ciudad podría convertirse en un guión cinematográfico. De todos modos “Pensar América Latina”, las crónicas autobiográficas del militante revolucionario Ricardo Napurí, va mucho más allá: cuenta una historia extraordinaria desde una visión despojada de grandilocuencias.
- ¿Cómo se decidió a escribir sus memorias?
- Mi proyecto original era escribir una parcial historia socio- política latinoamericana a partir de mi visión crítico- práctica. De todos modos, me convencieron con razón de desistir de aquella empresa titánica y encarar una autobiografía, aprovechando el carácter facético de mi vida. Fui peón de campo, obrero agrícola, minero, aviador militar, discípulo de Silvio Frondizi aquí, luego me comprometí con Cuba, volví al Perú donde luego fui diputado y senador… Todo ello da para una estructura casi novelada, y para darle forma elegí escribir como al andar. Es decir, ir describiendo las cosas ahí donde estaba presente y seguir caminando. De hecho me califico como revolucionario al andar, es ese el sentido del libro.
- ¿Por qué afirma que la vida lo tiró hacia los de abajo?
- Porque mi origen estuvo signado por una pobreza total y mis respuestas a la agresión social eran empíricas: aceptaba la opresión y me defendía de ella, nada más. Otros tienen la oportunidad de reflexionar a través de las lecturas u organizarse. Pero imagínate, metido entre los Andes… Por eso el libro se llama “Pensar América Latina” y no “Pensar políticamente América Latina”. Pensarla en su globalidad de temas…
- Por lo que expresa se entiende un poco su desacato a la “obediencia debida” en la Fuerza Aérea…
- Fui un aviador insubordinado por haberme negado a bombardear la insurrección de la izquierda aprista de 1948. Y me expulsan, claro, pero si tu me preguntas en nombre de qué ideología o qué partido… No, yo ya tenía inquietudes sociales pero no tenía ningún compromiso y menos ordenado… Simplemente por razones humanas dije “yo no vine a matar gente acá”, y por ello me expulsaron deportado a Argentina. Y ahí se inicia un proceso cuando Silvio Frondizi me saca de la cárcel e inicié mi compromiso con Praxis durante diez años.
- Entonces fue contemporáneo a la presidencia de su hermano Arturo…
- Era habitué de esa casa, con lo cual tuve la oportunidad de ingresar a las altas esferas de un grupo político y cultural de eje en la historia argentina. Conocí también a Risieri que fue rector de la universidad, de inclinaciones más académicas. Pero Silvio fue adversario de Arturo desde el primer día… Silvio intentó ambiciosamente ser una alternativa latinoamericana a las corrientes que se reclamaban socialistas. Ese fue el proyecto nuestro, yo me eduqué con ese proyecto…
- ¿Cómo llega a entrevistarse con el Che?
- Nosotros habíamos armado un grupo de apoyo a los expedicionarios del Granma cuando nadie se interesaba por la suerte de “esos loquitos del barco”. Y cuando cae Batista se organiza una comitiva argentina de unas 40 personas, con la madre del Che a la cabeza, para darle una sorpresa a Guevara. Por ello, y gracias a las gestiones de Celia de la Serna, pude hablar tres horas con él en el Hotel Riviera (más tarde “Habana Libre”), pensando en cómo reproducir en mi país la gesta cubana. Y fui consecuente con eso porque no volví a la redacción del diario “La Razón”, donde yo estaba empleado. En mi ficha de jubilado dice “abandonó el trabajo…”.
La autobiografía de Ricardo Napurí es bastante elocuente en cuanto a los detalles de los hechos que narra. No nos alcanzaría la presente edición para al menos esbozar un breve resumen de ellos. Por eso recomendamos su lectura y rescatamos la idea de que “los hombres no caen a la tierra como desde un paracaídas. Pueden existir millones de Che Guevara potenciales en el mundo, pero el problema es cómo responde la gente. El capitalismo tritura a las personas, si no lo hiciera las potencialidades serían enormes. De todos modos, el libro también tiene ese sentido educativo y pedagógico: los muy oprimidos podemos salir adelante”.

ANECDOTARIO
- “No podía faltar en este tramo de mi integración al medio retomar mi pasión de la niñez y juventud: el fútbol (…). Estar dominicalmente entre esos fanáticos constituía una experiencia única. Eso sí, tuve que dejar de ir a las canchas. El peruano Valeriano López, gran cabeceador, fue contratado por el club Ferrocarril Oeste. Supongo que por “patriotismo” iba a verlo jugar. Un día me equivoqué de tribuna y grité su gol. Los hinchas contrarios me dieron una formidable paliza. Otra vez cometí el mismo error en la cancha de Boca Juniors. Para curar mis heridas me alojé en el Hospital Argerich…”.

ENCUENTROS
- “Tenía ante mí a un joven tres años menor que yo, amable, cálido y sencillo, con apariencia de tímido. Aún vestía ropa de campaña, con algo de barro en sus pantalones y zapatos; y portaba una pistola al cinto (…). Reconozco que su cordialidad me permitió controlar tensiones y emociones. Le dije que pedí una cita porque no me consideraba un turista político y que deseaba asumir un compromiso con el proceso revolucionario…”.

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