El futuro llegó hace rato...

Por todos lados escuchamos noticias preocupantes sobre los distintos aspectos de la crisis: las finanzas, el clima, la salud, la escasez de alimentos y agua. Frente a ello, los gobiernos y empresas que propiciaron la crisis insisten en que la solución no está en cambiar radicalmente los modos de producción y consumo ni terminar con el acaparamiento de tierras, la injusticia social, o con la relación explotadora y contaminante con el ambiente y la naturaleza. Que lo necesario es promover remedios tecnológicos nuevos.
De este modo nos encontramos ante un triple ataque a la humanidad y al planeta: por un lado, hambre, caos climático, contaminación y enfermedad ocasionados por la industrialización; por otro, riesgos de salud, ambientales y económicos provocados por nuevas tecnologías (biotecnología, nanotecnología, geoingeniería, biología sintética); finalmente, la tiranía de las corporaciones, las cuales imponen estas tecnologías como “necesarias” para salir de la crisis. Muchos gobiernos tienden a aceptar los remiendos tecnológicos impuestos y los subsidian con recursos públicos. Asimismo, los medios de comunicación masiva y el mercado, junto a varias universidades, pregonan los nuevos descubrimientos sobre el genoma humano, las bondades de los chips electrónicos cada vez más pequeños, la inminente creación de nuevas formas de vida, el dominio sobre los átomos y las moléculas y el control de las condiciones climáticas, entre otros. Quieren convencernos de que todas las modas tecnológicas son buenas para todos y que debemos aceptarlas porque tanto la humanidad como el planeta necesitan de ellas para resolver sus problemas.
Los gobiernos y las empresas evitan considerar de un modo crítico a las nuevas tecnologías. En vez de discutir abiertamente sus riegos desacreditan a quienes advierten el desastre en ciernes. Por ello debemos recuperar el control social y político de nuestras soluciones prácticas y de la visión a la que están asociadas: debemos rechazar los llamados “imperativos tecnológicos” (la idea de que sólo la tecnología, y su producción industrial, nos puede salvar), y fijar entre todos unas fronteras humanas a la ciencia, más allá de las cuales en vez de impulsar entendimiento y justicia se promueve sinsentido, zozobra, riesgos al planeta y enajenamiento político y social.
Debemos restaurar los ecosistemas para que la tierra pueda respirar de nuevo. Respaldar los saberes de las comunidades campesinas y pesqueras en un intento por descentralizar la ciencia. Fortalecer la resistencia de las comunidades urbanas para que resuelvan sus necesidades básicas, por lo que será crucial impulsar una reforma agraria verdadera y una soberanía alimentaria con soluciones locales basadas en saberes propios, colectivos. Trabajar desde nuestras regiones soluciones creativas, de escala humana, que enfrenten los desastres climáticos en el planeta, luchar por la alimentación, el agua, la salud, la vivienda y los saberes compartidos.
En suma, tenemos que exigir cambios drásticos en los procesos de producción y los patrones de consumo para que la naturaleza descanse. Necesitamos tecnologías de bajo impacto, saberes que no persigan la ganancia sino el “buen vivir” de todos.

Fuente: “Nuevas tecnologías: modas, mentiras y peligros” (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración).

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