Consumo consumismo, consumirnos consumiendo

Palabras para reflexionar sobre la cuestión del consumo

Debatiendo, charlando, intercambiando opiniones, con compañeros y compañeras de diferentes espacios, colectivos, organizaciones, en fin lugares, surge generalmente, la cuestión del consumo. ¿Y cómo llegamos a esa temática? Generalmente, aunque no siempre, hablando antes sobre la cuestión de la producción, sobre cómo y con qué están hechos los alimentos que consumimos, que con-no-sumo cuidado dejamos entrar a nuestro cuerpo, aquellos que supuestamente nos-alimentan-alimentando nuestro ser. Caemos, necesariamente (y entonces, lamentablemente) en la cuestión de los transgénicos, de las semillas transgénicas, de Monsanto, del modelo de monocultivo instalado en el país y en varios países de América latina hace ya algunos años. Y si hablamos de semillas transgénicas (y seguro alguno/a salta mencionando algún nombre raro sobre la semilla Termineitor, la zoombie, y algún otro monstruo semillero), hablamos seguramente de fumigaciones y agroquímicos, y entonces, hablamos de muerte, de hambre, de malformaciones, de desmembramiento de familias agrícolas, de inutilización de la tierra, de saqueo y contaminación de nuestro aire, de nuestra tierra de nuestro suelo, de nuestras vidas. Y entonces, una vez entrados en la cuestión de lo que consumismo, desencadenamos generalmente, aunque no siempre, en la cuestión de la era supermercadista, en la comercialización y distribución de estos no-alimentos, en las grandes megaempresas-multinacionales que los producen (Arcor, Kraft, Molinos Río de la Plata, etc) y en las megaempresas-multinacionales que los venden (Wall- mark, Coto, Carrefour, Disco, etc). También surge, en estos contextos, la crítica a esta sociedad de hiper-ofertas de productos y objetos que basa su sustento promoviendo y haciendo exitoso el consumo masivo y el consumo innecesario.
En alguno de estos encuentros donde debatíamos sobre estas cuestiones, surgió luego de ver un documental vinculado a estas problemáticas, una fuerte crítica al modelo de consumo y al hecho de consumir. La mayoría de las intervenciones tenían un tinte notoriamente negativo respecto al consumo, como si la mera acción de consumir fuese una acción mala per se.
Recuerdo entonces que me fui ese día pensando-sintiendo, que nos debíamos una reflexión quizá no diría más profunda pero si más honesta al respecto.
Pensé, entonces que no es el punto considerar al consumo como malo o bueno por definición. Necesitamos consumir determinadas cosas para vivir, dentro de las cuales están los alimentos, y por ende, consumir forma parte de nuestra vida. Podríamos cambiar esta palabra, y decir que necesitamos proveernos de ciertos elementos que nos son indispensables algunos y otros prescindibles para subsistir. Algunos nos son físicamente prescindibles, pero quizá no socialmente prescindibles y por eso los consideramos necesarios para nuestro vivir. Pensé-sentí entonces que en nuestros decires había un cierto dejo de crítica innata al hecho de consumir-comprar y este pensamiento-sentimiento, volvió a hacerse presente al día siguiente. ¿Dónde? En la penúltima Feria del Libro Independiente y Alternativa (FLIA).
Allá, en el estacionamiento recuperado de MT (traducción de MT: sede Marcelo T. de Alvear de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA), entre libros de diversas formas y contenidos, poesía, lecturas, radio abierta, ropa de vastos colores, fotografías, música, videos, comida dulce y salada y mucha gente, volví a esta idea de que sería importante darnos una reflexión sobre esta cuestión del consumo. Sentí entonces que este hermoso espacio en permanente transformación constate que se fue gestando hace ya algunos años conocido como FLIA, además de permitir-creando un lugar y momento para poder dar a conocer e intercambiar escritos y creaciones literarias y artísticas, generaba a su vez un impulso por querer ver todo y también, porque no, por querer “tener tal y tal y tal libro que hace mucho quiero leer”, “por tener tal y cual remera y agenda que están muy originales”, etc. Pensé entonces que la cultura capitalista del consumo es, si prestamos-nos-prestamos un poquito más de atención, fácilmente visible en nuestra cotidianidad incluso para los/as que creemos que es posible un producir y un consumir diferente. Aun, creyendo que esto es posible y caminando y construyendo para que esa posibilidad alcance niveles de concreción más grandes, igualmente se presentan en espacios que justamente son parte de este “ir construyendo otro camino, otro mundo”, la sensación y el comportamiento del consumo más impulsivo, del querer tener; aparece esa sensación y práctica con la que fuimos educados y que es la dominante. Estos pensamientos-sensaciones no son una crítica son, pienso, una alerta, una alerta para uno mismo. Son, en última instancia, una autocrítica que creo resulta necesario hacérnosla asiduamente.

Malena Fallacara

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