Ascendiendo al Machu Pichu

¿Dónde está el hombre?
Te alejas del ruido de los motores y de las máquinas,
atraviesas ríos y valles,
te acercas a las nubes y admiras el vuelo elegante,
amenazante del cóndor.
Lejos están las ciudades, los edificios construidos
por el hombre para protegerse.
¿Cómo expresión solidaria?
¿Por temor a otro hombre capaz de dar el zarpazo?
Asciendes. Cada vez te acercas más al cielo,
sin ninguna posibilidad de alcanzarlo.
¿Existe el cielo?
¿Es tu imaginación?
¿Es una meta permanente?
Pero asciendes. Tu incesante búsqueda te conduce
hacia la ciudad muerta.
¿Hacia la ciudad muerta?
¿Quiénes murieron allá?
¿Quiénes la construyeron?
¿Hacia dónde fueron?
¿Se fueron?
Una ciudad muerta llena de interrogantes.
¿Piedras que encierran un mensaje?
Construcciones casi inaccesibles, misteriosas,
esperan que alguien, vos, sepa leer, escuchar, ver, sentir,
descifrar el mensaje.
Subes lentamente hacia las nubes. Te alejas del ruido,
la histeria, el caos…
Lejos del hombre, cada vez más cerca del cielo,
sin alcanzarlo.
¿Nunca?
¿Buscas al hombre?
¿Entre las piedras muertas?
¿Extrañamente amontonadas, sin saber su sentido o sin sentido?
¿Está el hombre ahí?
¿Dónde?
¿Te espera o se ha ido para siempre?
El cóndor planea sobre la cordillera, altivo, poderoso.
Desde las alturas cae en picada
sobre su presa, indefensa
ante el sorpresivo ataque.
¿Y el hombre?
¿Construyó en las alturas como demostración
de su incesante ascenso,
o para estar encima, dominando,
y caer sobre sus víctimas
sorprendidas?
ALEX SZARAZGAT
Del libro “¿Quizás mañana?”. Nuestra América, Buenos Aires, 2007

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