Si Jesús volviese

En los hermanos Karamazov, Dostoievski escribe sobre la presunta vuelta de Jesús. En su relato, hay un Gran Inquisidor, que al ver que Jesús crecía en fama, lo pone bajo arresto para reestablecer la calma perdida. Ya en la celda le explicaba a Jesús: “Lo importante no es la libertad ni el amor, sino el misterio, el impenetrable misterio. Y nosotros tenemos derecho a predicarles a los hombres que deben someterse a él sin razonar, aún contra los dictados de su conciencia. Y eso es lo que hemos hecho. Hemos corregido tu obra; la hemos basado en el milagro, el misterio y la autoridad”. Por cierto, al terminar el gran inquisidor su furibunda diatriba, Jesús nada más lo besó.
Antes de seguir con Cristo pensemos en los inquisidores, en los que no sólo detestan el cambio, sino incluso aborrecen la esperanza de que se realice. Hay un bello cuento de Auguste Villiers de L´isle Adam que lo ejemplifica: Aquí, existe el venerable Pedro Arbués d´Espìla, sexto prior de los dominicos de Segovia y tercer Gran Inquisidor de España, que le hace creer a un judío, un día antes de su muerte, sobre la posibilidad de su fuga. Si bien la huida resulta malograda, el cuento muestra a la esperanza como la última de las torturas. Es decir, cuando el inquisidor captura un cuerpo esperanzado, lo que castiga es lo más cercano a la libertad. Conociendo esta historia, ¿acaso no nos parecemos un poco al sexto prior si perseguimos a Cristo por el solo hecho de capturar a la esperanza? Nosotros decimos que buscamos, aunque en realidad, perseguimos. De allí que donde hay un Jesús volviendo, habrá la necesidad de que promocione su iglesia, o que limpie su nombre, o que tome cartas en el asunto que ya era hora. ¿No será esto confundirlo con una comisaría, un juzgado, un hospital, un banco, en lugar de creerlo un hombre? Así, la llegada de un hombre viene a decir que nosotros, perseguidos por leyes y funciones, a él ya no nos parecemos. Indefectiblemente, Jesús viniendo, no quita lo que somos sino que confirma lo que ya nos hicieron: perseguidores. Basta con ver las peticiones nuestras, somos sujetos mecánicos con fines productivos. En consecuencia, será más factible que salgan los historiadores a aclarar los desentendidos, los comunistas a criticar a Jesús, los liberales a ponerle precio, los ateos a pedirle milagros, los creyentes a venerarlo, y así. La pelea entre cada sector llevará más tiempo que celebrar las nuevas. Por eso, este marco de incredulidad y ciencia, vale como buen caldo para la repetición de la historia.

DIEGO MARTÍN VARTABEDIAN

Comentarios

Gabriela ha dicho que…
Te recomiendo el libro la Octava Maravilla.

Al margen, verte escribir artículos me pone muy contenta.