Editorial

Un día primaveral del Caribe me encontró leyendo un libro. Había caminado toda la tarde por la colonial ciudad de Trinidad, y esa lectura resultó también un descanso. De repente, una voz aflautada tiró una pregunta inesperada: “¿no tienes un bombón?”. Al alzar la vista veo el rostro de un niño de unos nueve años que me saludaba con sus manos que nunca revolvieron basura en busca de comida. Su sonrisa pícara adivinaba que quien esto escribe seguramente tenía muchas golosinas. Pero mi “no tengo nada chiqui” sorprendió más por el castellano rioplatense que por la respuesta en sí. Algo andaba mal: los turistas hablan en inglés. Igualmente el pibe se fue contento, aunque confundido, con el libro que le había regalado. Pese a que, como comentó después, tiene muchos en su casa. Se fue decía, gambeteando el centenario e irregular empedrado. Y conste que nunca peloteó sobre la calle San Ireneo, frente al colegio Santa Rosa. Pero juro que ese cubanito se mandó una linda gambeta. Al rato supe que gracias a aquella corrida pudo dejar el libro en su casa y tomar el bate de béisbol que luego me mostró.
A mi vuelta a Caballito pude chequear algunos datos: mientras el Ingreso Nacional Bruto per cápita en Cuba es de U$S 1.170, en nuestro país es de U$S 5.150. Pero nuestra Tasa de Mortalidad Infantil es de 14 por mil nacidos, mientras que en Cuba es de apenas 5. Y la esperanza de vida al nacer es de 75 años en Argentina, contra los 78 de la isla bloqueada hace más de cuarenta años*.
Poco sabe de estos datos el chico que, en vano, intentó explicarme las reglas de su deporte preferido. Le quise hablar de los pibes cartoneros, del hambre del interior profundo y la meningitis. Pero me ganó de mano cuando me lanzó un cross al alma: “cuando sea grande quiero ser turista”, para luego perderse por las calles añejas ensayando bateos al aire. Soñando ser el héroe deportivo del país sin dulces y con libros para todos.
* Fuente: www.unicef.org

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