Un negocio emblemático de nuestro barrio, con casi 35 años de existencia, está próximo a cerrar definitivamente sus persianas. Nos referimos a “Bagatela”, ese universo de objetos perdidos y encontrados que congregó a miles de vecinos y visitantes del barrio. Para conocer más acerca de su cierre, hablamos con Irene Perpiñal, su fundadora y propietaria.
-¿Cómo
surgió “Bagatela”
-Esta modalidad de
comercio empezó como una herencia. En la década del cincuenta, mis padres
tuvieron un local de compra y venta en el barrio de Flores, donde aprendí el
oficio. Luego de muchos años, con mis padres ya retirados, apostamos junto con
mi hermana a retomar ese negocio, pero en Caballito. Ese lugar se llamó “El
Laberinto” (en honor al escritor Jorge Luís Borges), y se ubicaba en Av. La
Plata al 700. Al tiempo decidimos que cada una tuviera su negocio, y en 1987 me
volví a Flores, a una cuadra de la plaza. Allí nació “Bagatela”, pero tres años
después decidimos achicarnos, y nos volvimos ya definitivamente al barrio de Caballito,
al actual local de Rojas 129. Acá trabajamos en menor escala el rubro de los
muebles, por una cuestión de espacio, y nos dirigimos más a objetos y
antigüedades, sobre todo rarezas de todo tipo y época.
-¿Qué
tipo de objetos comercializan?
-Tuvimos productos que
marcaron una época, como por ejemplo heladeras a hielo, samovares, muchísimos
instrumentos musicales, y diversos objetos de los que incluso se desconoce su
utilidad. También baúles que trajeron inmigrantes desde Europa, junto con adminículos
fabricados con el fin de afrontar aquellos viajes larguísimos en barco, como
aparatos a kerosene para hacerse rulos, por ejemplo. Yendo a accesorios
militares, tenemos un montón de condecoraciones, armas blancas, cascos de
guerra, porta armas, y cartuchos. Y varias herramientas antiguas, atractivas
por su calidad. Todos estos objetos, incluyendo estampillas, postales y monedas
antiguas, abarcan décadas completas, y fueron muy requeridos por muchas
producciones de cine. De hecho, varias películas como el documental “Tango,
baile nuestro” (dirigida por Jorge Zanada) o “Adiós Roberto” (de Enrique Dawi)
usaron cosas de nuestro local.
-¿Por
qué decidieron cerrar el negocio?
-La idea la fuimos
maduramos durante los años de la Pandemia. Ahí definimos que teníamos que terminar
esta etapa. Que desde ya no será un proceso rápido, por la cantidad de cosas
que todavía tenemos. Pero, en definitiva, podemos sentirnos orgullosos y agradecidos,
porque la gente que se va enterando del cierre se acerca para transmitirnos que
este local formó parte de la vida del barrio y de su idiosincrasia.
-¿Qué
tipo de vínculo construyeron con el barrio?
-Este
local fue un catalizador de diversas actividades de interés cultural. Por ejemplo,
participamos de la Semana del Tango del barrio de Caballito, impulsada por
nuestros hijos que se dedican al tango. También apoyamos a la huerta que
existió en un espacio que ahora pertenece a la plaza Giordano Bruno, trabajada por
jóvenes del barrio. Nosotros colaborábamos con herramientas, recipientes, y todo
lo relacionado con las huertas. Desgraciadamente fueron perseguidos, atacados,
censurados y exterminados. Fue lamentable, creemos que esas iniciativas
favorecen y engrandecen a la juventud.
-
En más de treinta años pasó de todo…
-De todo, y más… Incluso
las generaciones que nos suceden se sumaron con “Mordor Toys”, una comiquería
que funciona dentro del local. Un rubro que convoca a grandes y chicos por
igual… Por eso invitamos a que se acerquen y que chusmeen nuestro negocio.
Porque la diversidad de objetos lo convierten en un sitio museable. Y porque,
dado el cierre que se viene, estamos haciendo una liquidación que vale la pena que
aprovechen…
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