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Foto: www.argentina.gob.ar |
A veces la historia silencia.
Argentina es quizás el país donde se intentó con mayor énfasis descontaminar
nuestra identidad de cualquier negritud. La población negra ha sido borrada de
la memoria colectiva. Sin embargo la tensión en cuyo interior conviven la
memoria y el olvido “parece haber tonificado la construcción de la experiencia
humana desde los inicios del tiempo social”. (...)
El censo de población de 1778
nos informa que la ciudad de Buenos Aires tenía 24.363 habitantes, de los
cuales 7.256 eran negros y mulatos. (...) Para 1810 diversos estudios
consideraban que la población de negros y mulatos constituía el cuarenta por
ciento de la población total del virreinato, mientras que a fines de la década de
1880 la proporción se redujo a menos del dos por ciento. (...) La notable y
planificada reducción de la población negra dio sustento a los pensamientos de
José Ingenieros en 1910: “La civilización superior corresponde a la raza
blanca, fácil es inferir que la negra debe descontarse como elemento de
progreso”. Tal es el caso “de Argentina, libre ya o poco menos de razas
inferiores”.
Es decir de aquellos de cuya
existencia no se quiere saber (escribe Picotti) de la otredad que no se quiere
asimilar, y que sin embargo forma parte de nuestra comunidad histórica “y cuyo
no reconocimiento le impedirá ser una comunidad real, la condenará a ser
ficticia, a un siempre-no-ser-todavía”. (...) A los nativos de estas tierras no
se les concedió la razón de pueblo fundante, con el propósito de legitimar el
despojo posterior...
ALBERTO MORLACHETTI
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