Mural: Omar Gasparini |
La ciudad del plano no nos
convence, porque no es verdadera. Verdadero es lo que queremos u odiamos (…) la
prueba está en que cuando tenemos un plano a mano, enseguida tratamos de
localizar nuestro barrio, nuestra casa o la plaza más cercana, mientras
decimos, con aire triunfal, “aquí vivo” (…) volvemos, en suma, al lugar de donde
venimos. ¿Y qué lugar es éste? Pues nuestra casa, con su “viejita”, su huerta,
el perro, y, más allá, el barrio con las cuatro calles que nos son familiares.
Es el lugar donde nos quieren, y donde queremos nosotros también. (…)
¿Habrá una ciudad para cada
momento, una para la ida, y otra ciudad para la vuelta? La primera es la Buenos
Aires que nos hace salir de casa, es la ciudad de los otros hecha por éstos,
los que mueven los bancos, capitales, los coches, los que corren, suben, bajan
por las calles y dan un pisotón sin saludar y sin disculparse. Es en suma la
ciudad del plano, el manchón poligonal con estrías coloradas y blancas en donde
de nada vale decir aquí vivo y señalar un punto que al fin y al cabo no existe.
Todo esto no es pá mi sino pá los otros y esa ciudad nadie la controla, ni la atrapa
sino que apenas se la dibuja (…). La otra es la ciudad de vuelta, que es así
porque es pá mi, como una ciudad sabia, con sus rincones entrañables y
vibrantes, en la que lloramos o reímos. Que ni ciudad es, sino esas cuatro
cuadras que uno siempre recorre, con algunas verjas y casas típicas y con las
cosas que juntamos, esas que son sagradas pá mi, que mantienen el nexo y el
sentido de mi vida, y en las que ponemos el ojo cuando las cosas andan mal
afuera. Y todo esto agrupado simbólicamente en torno de la viejita. ¿Por qué?
Porque, ¿qué es el barrio al fin de cuentas? Pues algún potrero donde comíamos
finucho o pateábamos la pelota y la vieja nos llamaba a comer. Es el lugar de
nacimiento donde aún vive la madre y donde se come…
RODOLFO
KUSCH
*De
su obra “De la mala vida porteña”
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