Foto: E.J.T. |
Conduce tus propósitos a lo largo
de las dificultades y las agresiones como el general a su ejército, o el gaucho
a su arreo, sin olvidarte del destino que has elegido y sin desintegrar el
núcleo de tus ideales en beneficio de uno solo de ellos.
Defiende tus intereses como
defenderías si eres noblemente organizado los intereses de tu vecino confiado a
tu honradez, inteligencia y laboriosidad.
Vive la vida como una vida ajena;
es decir: como quisieras que tu compañero, que tu hermano, que tu hijo,
vivieran la suya.
No hagas tragedia, no des a tus
dolores las proporciones de una catástrofe, ni la resonancia de una entrada
triunfal a cada una de tus glorias.
No hagas punto contratiempo: que
tus derrotas y tus victorias te estimulen, que tu vida sea justa y que tu
muerte sea tachada de injusta.
No seas frío como el témpano, ni
abrasador como la boca del horno; la displicencia, lo mismo que los locos
entusiasmos, son dos pequeñeces, y si tu corona no llega nunca, no te vuelvas
taciturno, agresivo y mal pensado; ni vayas a entregar a la madre tierra el
cráneo roto del desesperado, o la pulpa adiposa del vicio, ya hediondo antes de
morir: que baje a tu sepultura el cadáver sin mortaja de uno que hubiera podido
reinar y merecer el homenaje del mármol y del bronce.
ALMAFUERTE (Pedro B.
Palacios)
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