Tomemos ubicación en los
alrededores del año 1820. Hace sólo diez años de la Independencia. La ciudad
crece en los alrededores de la Plaza de Mayo y se extiende ya hacia el barrio
sur. Hacia el oeste es el campo. La pampa. Por allí se va hacia las provincias.
Por allí salen las tropas de carretas, las diligencias, los chasques. Toman por
lo que se llamaba el camino real. Más tarde Rosas lo denominaría el camino de
la Federación. Nosotros lo llamamos simplemente la avenida Rivadavia.
En aquella época, una vieja
ballenera se estrelló contra el fondo rocoso de nuestro Río de la Plata. Ahí
nomás, cerca del Fuerte. Al pie de lo que es hoy la Casa Rosada. Como pudo se
la llevó de allí un tal Galiano, que vivía y tenía sus negocios en el Paseo de
la Alameda. Ya estamos en 1821 y es cuando aparece en nuestra historia el
inmigrante italiano Nicolás Vila. Se ha instalado en las afueras de la ciudad.
Para aquel entonces muy en las afueras. En pleno campo. Pero piensa que una
pulpería sobre el camino real será un buen negocio. Una mañana se apersona a su
amigo Galiano y le compra los restos de aquel barco, estrellado contra el
fuerte. (…) Desmanteló el barco... y se construyó la pulpería y aún con la
madera sobrante, un grueso cerco que la rodeaba y la defendía en aquella
lejanía del viento y de la tierra. Y para no desaprovechar nada, en el fondo,
detrás de la casa, plantó el mástil del viejo galeón. En él izaba la banderita
argentina y la italiana el bueno de don Vila, el día de la Patria, y los días
en que había carreras cuadreras (...) Pero aún le faltaba algo a la pulpería.
En uno de sus viajes a la ciudad, don Nicolás se impresionó ante una veletita.
(...) entró en el negocio de herrería de un tal Monteagudo, que se hallaba en
lo que es hoy Venezuela, entre Perú y Bolívar, y compró su veletita. Un caballo
de latón clavado en la punta de un hierro. Quizás la primera imagen, en nuestro
campo, de lo que habría de llegar a ser el caballito criollo... Y la plantó una
plácida mañana en la punta más alta de su pulpería. Don Nicolás Vila, ni lo
presumía. Con aquel sencillo gesto acababa de fundar un barrio. Un barrio que
estaba en mitad de la pampa en 1821. Y que hoy está a quince minutos de la
Plaza de Mayo. Acababa de fundar el barrio de Caballito. Porque la vieja
pulpería de don Nicolás Vila, emplazada sobre el camino real, en mitad de la
pampa, estaba emplazada en realidad en la esquina de Rivadavia y Emilio Mitre.
Allí estuvo vigilante el caballito muchos años. Tantos, que primero se
identificó como la Pulpería del Caballito. Luego fue el “almacén del
Caballito”. Y hoy es, desde hace mucho, el barrio magnífico de Caballito...
LEÓN BOUCHÉ
*Fragmento del libro
“Las pulperías, mojón civilizador” (León Bouché)
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