Foto: Pedro Patricio Torres, 27 de febrero de 2009. |
Hasta el 11 de
enero de 2013, la línea A tuvo el record de tener en servicio regular los
coches más antiguos del mundo. En sus más de 99 años de carrera, estos
vehículos sufrieron una lenta y, en ocasiones, tortuosa evolución. Cuando se
construyeron, a principios del siglo XX, conjugaban los últimos avances de la
Segunda Revolución Industrial con la antigua tradición artesanal de la madera.
En sus últimos años de carrera compartieron el trajín diario con trenes FIAT
mucho más modernos, hasta que cedieron la posta a la nueva generación de coches
CNR, construidos en China bajo la licencia Alstom (…) Un detalle que solía llamar
la atención de los que visitaban ocasionalmente la línea A era el persistente
olor a pino que se podía sentir en las estaciones. La razón de ello era que,
hasta unos pocos años antes de su salida de servicio, los coches de madera
tenían zapatas de freno del mismo material. Efectivamente, en lugar de
utilizarlas de metal o compuestos sintéticos, empleaba piezas de pino tallado y
cocido de creosota. Al frenar, sobre todo en los tramos donde levantaba mucha
velocidad, el calor generado por la fricción desprendía ese aroma tan
característico de la línea. Se dice que, a mediados de los años `80, se
ensayaron zapatas de material sintético, como las que ya se empleaban en el
material rodante de las otras líneas, pero las pruebas demostraron que la
madera tenía mejores cualidades. A mediados de la primera década del nuevo
milenio, finalmente desaparecieron las zapatas de madera y, con ellas, uno de
los rasgos más distintos del subte. Porque, verdaderamente, viajar en la línea
A era una experiencia sinestética muy singular.*
RICARDO BARREIRo
Extracto de su obra “100 años bajo Buenos Aires.
Historia de la línea A”, Ed. Dunken, Bs. As., 2015 (pags. 49, 53 y 54).
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