La nueva generación de barrios
porteños, iniciada en las últimas décadas del siglo XIX, llevó la impronta de
los inmigrantes. La formación de los “barrios gringos” extendió la ciudad más
allá de los límites del antiguo municipio porteño que se prolongaba hasta el
Maldonado al norte, la actual calle Boedo al oeste y el Riachuelo al sur. Este
proceso dejó como resultado un universo en el que junto a los antiguos barrios
coloniales surgieron los nuevos, bautizados, no ya como las parroquias, sino
por el lugar (La Boca), por su fundador (Soldati, o Villa Crespo), en homenaje
a una figura histórica (Villa Urquiza) o por una referencia que aludía a un
lugar (Caballito).
La red tranviaria (sobre todo
después de 1900, cuando fue electrificada) resultó decisiva para la expansión
hacia los suburbios. La nueva movilidad facilitó la formación de los nuevos
barrios a quienes lograron salir de los conventillos céntricos y no podían
aspirar a vivir en una mansión o chalet. A fines de la primera década del
siglo, las áreas edificadas se extendieron a cuatro u ocho cuadras a ambos
lados de las vías del tranvía y alcanzaron los límites de la Capital Federal.
Los tranvías consolidaron la expansión hacia el oeste, que llegó a Floresta, a
Nueva Chicago y a la recién urbanizada zona de Villa Santa Rita y Villa General
Mitre. Más allá de Chacarita, impulsaron Villa Crespo, Villa Malcolm y Villa
Alvear. A lo largo de las nuevas líneas de tranvías crecieron Villa Ortúzar,
Villa Mazzini y Villa Modelo. En estos barrios se asentaron los dependientes de
comercio y los obreros especializados.
La red ferroviaria también aportó
lo suyo. Los trenes llevaron la urbanización más allá de Flores, a Floresta y
Liniers; más allá de Chacarita, a Villa Devoto, Villa del Parque y Villa
Catalina (Urquiza), y más allá de Belgrano, a Coghlan, Saavedra y Núñez. Poco
antes de la 1ª Guerra Mundial, los sectores más pudientes se radicaron cerca de
las respectivas estaciones, mientras que los sectores más pobres se asentaban a
varias cuadras, sobre calles de tierra y sin alumbrado.
Fuente: “Buenos Aires. Historia de una ciudad. Tomo I” (M.
Rapoport y M. Seoane).
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