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Foto: E.J.T. |
Calle San
Ireneo, angosta y breve,
perdida
en el silencio del suburbio;
la tarde
en tu quietud se hace más honda
y sólo yo
con mi ansiedad te turbo.
Eres como
un recuerdo marchitado;
hueles a
rosas y en tus viejos muro,
se asoman
las corolas amarillas,
cálices
de oro sobre el cielo puro.
Del
paredón de un pensionado caen
hasta tu
acera rosas y murmullos;
y
recuerdo tu voz, y tu velo opaco
ciega mis
ojos, donde están los suyos.
Calle San
Ireneo, humilde y sola,
en tu
quietud me aventuré sin rumbo.
Si me has
visto llorar, no me descubras;
el amor
que perdí no importa al mundo.
FERMÍN ESTRELLA GUTIÉRREZ
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