Irene Perpiñal y Eladio “Toto”
González, hacedores del Museo Ernesto “Che” Guevara, ubicado en Caballito,
reflexionan sobre los retos que afrontará Cuba en el futuro cercano.
Tras el inicio de la
normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, muchos se imaginan que
el futuro inmediato de la isla es una privatización en masa de fábricas,
servicios, escuelas y hospitales, y panoramas urbanos repletos de McDonald´s,
mafiosos, anuncios luminosos, autos de lujo y mendigos. Piensan que la
reapertura de la embajada estadounidense es el preludio de la restauración de
una tiranía del mercado, y que la isla se dirige a repetir lo que ocurrió en
Rusia, China o Vietnam: la claudicación (esta vez honorable) al propósito de
construir una economía y una institucionalidad al servicio de la sociedad y no
de los capitales.
Tal perspectiva está construida
sobre un razonamiento falso: que el acuerdo para el deshielo entre ambos países
incluye la vuelta sin más de Cuba a la economía regida por el mercado, a la
democracia representativa al estilo occidental y un acatamiento de las fórmulas
neoliberales del llamado Consenso de Washington. Pero el proceso de
normalización es lo que es: una negociación complicada y barroca para superar
la animadversión de más de cinco décadas entre ambos países.
Ciertamente, la hostilidad
histórica de EE.UU. hacia Cuba y sus expresiones prácticas (desde los intentos
de invasión y los atentados terroristas auspiciados por Washington, hasta el
férreo bloqueo económico) han modelado en buena medida la vida interna de la
isla, y en ésta habrá de reflejarse cualquier variación significativa de la
política anticubana de los estamentos del poder estadounidense. Pero la
transformación en la que está empeñada la nación caribeña viene de mucho antes
de que Obama decidiera imprimir un giro en la actitud de la Casa Blanca hacia
Cuba, y avanza por sus propios ejes. El punto principal de esa transición es
que la economía planificada se ha mostrado, al menos en la circunstancia actual
del mundo, inviable. La idea de suprimir el mercado por decreto y de que el
Estado sería capaz de operar por sí mismo la producción y la distribución de
las mercancías y de establecer patrones para su consumo se reveló como una
quimera desastrosa desde hace 25 años, con el derrumbe del bloque del este.
Cuba no sólo se quedó sin aliados políticos y estratégicos y sin sus más
importantes socios industriales y comerciales, sino también sin paradigma
económico para sustentar su proyecto político y social. Desde entonces La
Habana ha estado empeñada en la búsqueda de una reformulación que permita
preservar los legados más importantes de la revolución, que son la soberanía,
las conquistas sociales y la consolidación entre la población de una ética
colectiva que se mantiene en pie y que es mucho más sólida que los procesos de
lumpenización heredados del periodo especial, que la corrupción en algunos
ámbitos de la administración pública y que el florecimiento del individualismo
en ciertos sectores dedicados a negocios de oportunidad. El producto de más de
seis décadas de educación socialista no va a derrumbarse porque una bandera
estadounidense haya sido izada en un edificio de La Habana.
Y que Cuba mantenga la gratuidad
de la enseñanza y de la salud en 2015, luego de más de medio siglo de bloqueo
de EE.UU., es un hecho notable. Aunque para mantener estas gratuidades, así
como la seguridad social y otros servicios, Cuba ha tenido que realizar ajustes
hacia una mayor racionalidad y ahorro de recursos a tono con los cambios que se
llevan a cabo en el país para preservar los logros esenciales del sistema
social. Son los nuevos desafíos de un pequeño país que se empeña, contra viento
y marea, en mantener y perfeccionar su modelo social y económico, fortalecer
sus sistemas de educación y salud, y enfrentar los retos de la baja natalidad y
del robo de cerebros alentado desde el exterior.
Pero tal vez el desafío mayor
para la educación cubana en el próximo curso escolar es lograr que, además de
instrucción de calidad, los jóvenes adquieran valores que reafirmen su cultura
integral y su identidad nacional en un mundo que se transforma día a día y en
el que los países ricos tratan de utilizar las nuevas tecnologías para
domesticar las mentes de la juventud.
La normalización de los vínculos
bilaterales está en marcha y aún le queda por delante un tramo muy largo. Es
razonable suponer que incidirá en un alivio paulatino a las penurias que la
isla padece desde siempre por culpa del bloqueo estadounidense, pero no hay
razón para suponer que genere bruscos cambios internos. La dirección y el ritmo
de la evolución institucional y económica del país están en manos de los
cubanos*.
Difunde el
“MUSEO ERNESTO CHE GUEVARA”
*En base a los
textos “Adónde va Cuba” (Pedro Miguel) y “Cuba: el derecho humano a la
educación” (Pedro Martínez Pírez).
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