Foto: E.J.T. |
Tal
vez la identidad de Caballito sea el producto de una suma de paisajes nacidos durante
los diferentes ciclos históricos que le tocó vivir al barrio. Desde la época en
la cual Nicolás Vila construyó la pulpería alrededor de la cual crecería
Caballito, pasando por las quintas de veraneo que campearon durante la segunda
mitad del siglo XIX, y que fueran loteadas ya para fines del 1800. Y si bien Caballito
fue abandonando su ruralidad, lo residencial no sepultó sus antiguas características
barriales ni su atractivo como sitio de paseo. El mercado interno compuesto por
los vecinos y la demanda de los visitantes hizo que los hombres de negocios
vislumbraran el futuro comercial de Caballito. Casi contemporáneo a este
desarrollo, se desató en el barrio un boom inmobiliario. En 1955 la Cooperativa “El Hogar
Obrero” inauguró su edificio Nicolás Repetto, que fue en su momento la mayor
casa de departamentos de la ciudad. Desde entonces, la edificación en altura
fue un clásico barrial y su difusión convirtió a los otrora verdes pagos de
Caballito en un escenario teñido de gris cemento al tiempo que provocó un
considerable aumento de la población. Vinieron después los shoppings y
edificios de altura que surgen como hongos y que parecen imparables. Este auge
en la construcción alteró la calidad de vida de la gente del barrio que, en la
actualidad, se organiza en gran número para defender los espacios públicos
frente a los grupos que pretenden apropiarse de ellos. Al fin y al cabo, el
vecino se sabe protagonista de una historia que comenzó hace cerca de dos
siglos con el “Tano” constructor de la pulpería y a la que todavía le queda
mucho por delante.
Fuente: “Las cinco
fundaciones de Caballito. De la pulpería al shopping” (Horacio Redondo)
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