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Foto: www.educ.ar |
La conquista
española de América se llevó oro, plata y todo lo que pudo, dejando un reguero
de sangre, muerte y desolación. Tres siglos después, los nuevos amos siguieron aquel
ejemplo “civilizador”. La emprendieron contra los sobrevivientes del anterior genocidio,
eliminándolos para poblar el “desierto” con vacunos. Esta misión “civilizadora”
ya no se conformó con plata ni oro: iban por todo, por la tierra.
Entre
1833 y 1834, el general Juan Manuel de Rosas realizó la llamada “Campaña al Desierto” para someter a
los Pueblos Originarios. Según un informe que Rosas presentó al gobierno de
Buenos Aires, el saldo fue de 3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros
y se rescataron mil cautivos (blancos). El 6 de junio de 1834 la Legislatura de Buenos
Aires donó por ley a Rosas la isla Grande de Choele Choel, cambiando su nombre
a isla del general Rosas. También lo autorizó que la canjeara por 60
leguas cuadradas de tierras en Lobería. El general Julio
Argentino Roca, con su segunda “Conquista del Desierto,” culminó la faena
“civilizadora”. Para el estado nacional significó la apropiación de millones de
hectáreas que por ley serían entregadas a colonos europeos, pero que finalmente
fueron apropiadas por una minoría que pagó por ellas sumas irrisorias. Algunos
ya eran grandes terratenientes, pero otras comenzaron su carrera de ricos y
famosos con esta maniobra. Familias como los Álzaga Unzué, Anchorena, Martínez
de Hoz y Menéndez ya tenían algo más que dónde caerse muertos. Un interrogante: ¿“civilizar” es sinónimo de esclavizar, torturar, matar
y expropiar?
Alex Szarazgat
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