LA GUERRA DE LA TRIPLE INFAMIA


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En 1864 el presidente del pujante Paraguay, mariscal Francisco Solano López, se dispuso a combatir a las fuerzas brasileñas que habían invadido Uruguay. El país rioplatense sufría una guerra civil entre los blancos en el poder y los colorados insurgentes, apoyados por Brasil. Francisco Solano acude entonces en ayuda de los blancos, pero Argentina no le deja pasar por Misiones (territorio entonces en litigio entre ambos países). Claro que dicha negativa formaba parte de una puesta en escena vilmente calculada. Brasil, Argentina y los colorados uruguayos habían acordado el Tratado secreto de la Triple Alianza, que contenía todo lo que el Brasil y la Argentina pretendían de Paraguay en materia territorial, estipulando que los guaraníes debían pagar los gastos y las indemnizaciones de guerra. Acordaron también que los aliados no firmarían la paz por separado y que el tratado debía permanecer en secreto hasta tanto no fuesen conseguidos los objetivos propuestos. La guerra tuvo dos fases: una ofensiva que comprende tres campañas (de Matto Grosso, Corrientes y Uruguayana); y otra defensiva que comprende otras tres campañas (de Humaita, Pikysyry y las Cordilleras). Dentro de esta cruel y despareja guerra, la batalla de Acosta Ñu fue un paradigma del bochornoso accionar de nuestros “prócere.
Acosta Ñu fue una de las batallas más terribles de la historia militar. En uno de los bandos se alineaban veinte mil soldados brasileños, con algunos mercenarios orientales; del otro lado, cercados por el enemigo, tres mil quinientos soldaditos paraguayos de entre nueve y quince años de edad, más algunas criaturas menores y un puñado de veteranos, al mando del general Bernandino Caballero. El combate de Acosta Ñu, librado el 16 de agosto de 1869, fue necesario para que el mariscal López ganara tiempo para reorganizar sus fuerzas antes de presentar el último combate. Y fue un verdadero infanticidio en masa… La batalla comenzó por la mañana en un campo abierto, cubierto de arbustos y pasto seco. Rápidamente, los paraguayos quedaron en un “círculo de fuego”: sufrieron el ataque brasileño por cuatro frentes. Ante esta situación, resistir era un suicidio. Sin embargo, aquellos chicos no se rindieron y regaron con su sangre su tierra natal. Después de la carnicería, los “civilizadores” del siglo XIX prendieron fuego la pradera, carbonizando los cuerpos inertes de los paraguayitos. Triste acto postrero de una guerra vergonzosa como pocas en América Latina, que detuvo el crecimiento guaraní y eliminó al 76 por ciento del total de su población. En Paraguay, cada 16 de agosto se celebra el “Día del Niño”*.

                Emma, Jaime (Revista “Humor”, s/d)

(Edición Nº 17: agosto de 2006)

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