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La Reina Victoria ocupó el trono británico más de 63 años. |
El poder de
penetración británica en América del sur era tan irresistible como la fuerza
marítima e industrial sobre la que se apoyaba. La gran potencia europea era
formalmente indiferente a la suerte de las recién liberadas colonias españolas;
pero extraoficialmente les vendía armas, obtenía mercados para sus
manufacturas, aumentaba los ingresos fiscales de los jóvenes puertos
sudamericanos y contenía con diversas maniobras las tentativas reaccionarias de
Europa para ayudar a España a recobrar sus colonias. Esta espectacular posición
económica y diplomática de Gran Bretaña permite explicar el papel que jugó
durante todo el siglo XIX en la vida de América Latina y por qué los
libertadores aceptaron o buscaron su ayuda. Artigas había desaparecido de la
escena, San Martín había emigrado y Bolívar estaba próximo a morir, cuando Gran
Bretaña consume su proeza diplomática de separar la Banda Oriental de las viejas Provincias Unidas del Río de la
Plata.
La clásica política
balcanizadora del Imperio británico encontró en las debilidades coloniales
americanas una ocasión óptima. Sostuvieron la política de las oligarquías
disociadoras, cuando no les sugerían al oído la fórmula. Al abandonar desde
Castlereagh toda política de conquista territorial en América Latina, el
gobierno británico funda su acción en la libertad comercial irrestricta.
Rechazará en defensa de esa política hasta pedidos de protectorado que le
dirigieron personajes tan despreciables como el funesto Manuel José García o el
general Carlos de Alvear. Ya habían probado el aceite hirviente y el acero
criollo en 1806. Nada hará modificar al gabinete británico su esencial
estrategia económica. La experiencia histórica demostró que tenía razón.
Fuente consultada:
“Historia de la Nación Latinoamericana” (Jorge Abelardo
Ramos).
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