La primera comunicación telefónica se produjo en el año 1876 en Estados
Unidos, en la ciudad de Boston. Dos años después, en nuestro país, se
realizaron los primeros ensayos de comunicación telefónica con aparatos
construidos en Buenos Aires.
En efecto, en 1878, Carlos Cayol y Fernando Newman, de la policía y del
telégrafo respectivamente, realizaron diversas experiencias en nuestra ciudad.
Una de ellas consistió en una comunicación telefónica de prueba entre la
oficina de telégrafo del Estado, ubicada en Bartolomé Mitre 83 (entonces
denominada Piedad), y la del diario “La Prensa”, en Moreno 109, a escasas seis
cuadras de distancia. El acontecimiento fue cuidadosamente preparado por Cayol
y Newman, y llevado a cabo en febrero de 1878 con aparatos que transmitieron
exitosamente “la voz, el silbido, la
música y el canto”, ante la presencia de numerosas personalidades de la
época y un jurado especialmente constituido. En ese jurado se encontraban,
entre otros, Luis Augusto Huergo, primer ingeniero graduado en el país,
Guillermo Wait, también ingeniero de la primera promoción, y Emilio Rosetti,
destacado matemático e ingeniero italiano.
Nuestro barrio empieza a tallar en esta historia en 1881, gracias a una
vieja mansión (demolida en diciembre de 1958) ubicada en Rivadavia 4903, frente
a la quinta de los Lezica. Allí se hospedaba transitoriamente el entonces
presidente Julio Argentino Roca, huésped de José Bernasconi, miembro de una
familia de la oligarquía porteña.
El 4 de enero de 1881, el técnico francés Víctor Anden, de la empresa
Bell, instaló en el domicilio del entonces ministro del Interior Bernardo de
Irigoyen un aparato telefónico que debía establecer la primera conversación que
iba a efectuarse en nuestro país entre aquel y roca (alojado según lo dicho en
Rivadavia 4903). Tal ensayo no pudo realizarse debido a la intromisión de un
niño de corta edad quien, al adelantarse al presidente, hizo desistir al
nombrado ministro de seguir escuchando la incomprensible parla de quien era el
pequeño sobrino de Roca. Este incidente, según opinó entonces Bernardo de
Irigoyen “era suficiente prueba de la
inutilidad del aparatito que de tal forma distorsionaba las palabras…”.
* Fuentes
consultadas:
“Los ignorados
pasajes de Buenos Aires” (Eduardo L. Balbachan).
“La amistad de
algunos barrios” (Ricardo M. Llanes).
“Intensión de Buenos
Aires” (Abelardo Arias)
Revista “P.B.T.” Nº
712 (12/05/1950)
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