“Señor
presidente de los Estados Unidos, señor caballero de la guerra, el genio se
salió de la botella y no habrá imperio ni fuerza en esta tierra que pueda
someternos de nuevo, estamos resueltos a ser libres, lo demás no nos importa
nada. Señores, todo mi amor para la Argentina. Buenas noches hermanos, buenas
noches hermanas”. Esas fueron las palabras que eligió
Hugo Chávez para despedirse de la multitud que colmó la cancha de Ferro el
pasado 9 de marzo. Las Madres de Plaza de Mayo eran su guardia de honor aquella
noche fresca y hermosa. Las banderas se agitaban, y adornaban los rostros
dibujados de viejos protagonistas de la historia de nuestra América. Verdaderos
símbolos de la lucha popular por la justicia y la vida como San Martín y
Bolívar.
Ya temprano en la tarde comenzó a poblarse,
lentamente, el estadio caballitano. Una parte importante de los movimientos
sociales alternativos, algunos partidos de la izquierda “nacional y popular”, dirigentes políticos,
intelectuales y curiosos varios, fueron buscando de a poco su lugar en el pasto
o en las tribunas para escuchar el discurso del líder de la Revolución Bolivariana.
El primer paso arriba del escenario lo dio el actor Juan Palomino, que recitó
versos del poeta peruano Nicómedes Santa Cruz. Después llegó el turno de
Horacio Fontova, que brindó un sentido recital de canciones folklóricas, que
contó como involuntario fondo el rítmico sonar de los bombos que habían sido
llevados por las organizaciones sociales. Cuando ya caía la noche, Víctor
Heredia puso el cierre artístico demostrando una vez más su esplendor y
compromiso.
Ante miles de almas que a esa altura completaban
la capacidad de la cancha, una Hebe de Bonafini emocionada recordó a los
desaparecidos. Y con voz enérgica dijo: “el
sueño de la unidad latinoamericana y el socialismo del siglo XXI viene con
fuerza y caminando y lo gritamos en nombre de nuestros hijos: ¡fuera Bush de
America Latina! Queridos hijos guerrilleros y revolucionarios, la sangre de
ustedes florece hoy en esta Latinoamérica unida”. El aplauso dio paso al
orador central, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo
Chávez, que luego del saludo a las Madres y a los asistentes, desplegó todo su
carisma en un discurso que mezcló referencias históricas precisas, desde las
guerras de la independencia hasta nuestros días, con ironías astutas, creando
una conexión inmediata con el público. Luego denunció las atrocidades del Imperialismo
norteamericano, llamó a la unión como mecanismo necesario para asegurar los
derechos fundamentales de todas las personas, y recordó los procesos
revolucionarios en nuestro continente, mencionando a los grandes luchadores
americanos. Así, por el aire del barrio sonaron como furiosos rugidos los
nombres de Bolívar, San Martín, Pancho Villa, el “Che” Guevara, Eva Perón y
Fidel Castro, faros que iluminaron el camino de tantos hombres y mujeres
anónimos que dedicaron sus vidas para calmar el dolor de sus semejantes
humillados y oprimidos. En pocas palabras, la visita de Hugo Chávez significó
mucho más que frases lanzadas al viento: se trató de construir el mundo con
palabras. Aquel que es destruido por la infamia y las bombas.
FEDERICO
BERNST
* Publicado originalmente en la edición nro. 22 de la revista "Caballito Ragalado" (Marzo- abril de 2007)
Comentarios